CONSOLIDACIÓN DE LA VICARÍA DE
VALENCIA: 1637-1803
Casa antigua en Valencia, Venezuela (Fuente: Diario Notitarde)
I
Con la fundación de la población de Santiago
de León de Caracas (1568), se van a suscitar nuevos cambios en la configuración
de la Iglesia venezolana. Con la promulgación de la Real Cédula del 20 de junio
de 1637, se trasladaba oficialmente la Sede Episcopal de Santa Ana de Coro a la
ciudad de Caracas, aunque desde 1584, con el Obispo Juan Martínez de Manzanillo, los obispos ya habían fijado su
residencia en dicha ciudad, como habían hecho los Gobernadores de la provincia.
Por ser tan extensa la jurisdicción del obispado, los obispos se valen de las
vicarías para una mejor asistencia espiritual de los fieles. En cada parroquia
principal de las ciudades se consolida la creación de la vicaría. Esto
significaba también la erección del Tribunal Eclesiástico.
La creación de dicho tribunal en Valencia
fue tardía, pues en 1647, en la Iglesia parroquial encontramos seis sacerdotes sin
oficios, es decir que aún no eran miembros del tribunal, como consta en las Actas del Cabildo de la Nueva Valencia del
Rey, había dos curas propios, los licenciados Diego Guerrero de Torres y Gaspar
Gutiérrez de Sotomayor; dos clérigos patrimoniales, los licenciados Juan Marín Graniso y Reymundo Gonzáles; un mayordomo, Jhoan Carrillo de los Reyes, y el
teniente cura y sacristán mayor, Jerónimo
Balera (Tomo I, 1970: 19). Aunque en un principio uno de los curas propios ejercía
el cargo de Vicario, y luego como Juez Eclesiástico.
En
la ciudad de la Nueva Valencia, la mayoría de las familias españolas o castas
superiores tenían las famosas encomiendas, donde se aseguraba el servicio de
los naturales o aborígenes, la explotación de las minas o trabajos agrícolas y
ganaderos. Todos estos aborígenes eran traídos de otras partes del interior del
país. Es posible que para estas fechas existieran más de 30 encomiendas, en
comparación con la que existían según los informes del obispo Agreda, que había
5 encomenderos
A pesar de esta nueva situación eclesial,
en la Iglesia venezolana reina la pobreza. Es interesante detenerse en algunos
datos que nos proporcionan las Actas del
Cabildo Eclesiástico de Caracas, ya mencionada anteriormente. En cuanto a
la pobreza del obispado, el 3 de diciembre de 1580, se describía la situación
que atravesaba: “por la pobreza y penuria
de las pocas rentas de la Iglesia y de la mesa capitular y que por ella no se
podían sustentar sin los curatos, y esto con mucha pobreza y miseria…”
(Pérez Vila, 1963: 2). El año siguiente, el 9 de junio, se acordó escribir una
carta al rey poniendo presente la gran pobreza de la Iglesia, y pidiendo a Su
Majestad una limosna (Ib., p. 3). El 7 junio de 1583, esta pobreza se
verificaba en la fábrica del templo “expresándose
el gran riesgo en que estaba el Santísimo Sacramento, por ser la Iglesia hecha
de pajas…”(Ib., p. 8).
A lo largo de los años, la Diócesis de Coro,
y ahora en la sede de Caracas, vivió una pobreza extrema. El 8 de octubre de
1607, quedó plasmado en el Acta lo siguiente:
(…) atendiéndose a que no se podía proceder a la
erección de seminario conforme al santo Concilio de Trento por la mucha pobreza
del obispado, poco valor de los diezmos, y escasez de beneficios, se dispuso
que se criase un preceptor de gramática para que leyese a los pobres
estudiantes y ministros de la Santa Iglesia catedral, señalándose de renta 200
pesos de oro en cada año, y concediéndole habitación en las casas episcopales y
que los dichos 200 pesos se contribuyesen de este modo: 100 por los veinte
curas que había en diez pueblos de españoles[1] a cinco peso cada uno: 44 y tomines (sic)
la caja del Rey por el servicio de la sacristía de la catedral: el señor obispo
en sus rentas 16 pesos: la fábrica otros 16, y la mesa capitular 24 pesos
(Pérez Vila, 1963: 46-47).
Además de la pobreza en los inicios de la
Iglesia en el territorio que hoy conforma la República de Venezuela[2], que se extenderá por todas
las provincias, hay que sumar los saqueos de los corsarios que sufrieron las
parroquias del obispado, y la parroquia de Valencia no escapó de esta realidad,
como veremos más adelante. En las actas encontramos varias noticias:
En 22 de mayo (1618), habiéndose recibido una carta del Illmo. Sor
Obispo, en que avisa al Cabildo que una armada de piratas iba a aquellas
costas, a fin de que asegurarse la plata, alhajas y ornamentos de la Iglesia:
se mandó al mayordomo que aprontase lo necesario para sacarlos fuera de la
ciudad, y ponerlo todo en lugar seguro, llevando los negro y negras de la
Iglesia, y cuidando de su custodia (p. 68).
1659: En 4 de septiembre, habiéndose tenido
noticia de la extrema necesidad en que se hallaba la Iglesia parroquial de Coro
con motivo de que cuatro meses antes entró a aquella ciudad y la saqueó, robó y
quemó y en particular la dicha Iglesia; se acordó que un Sagrario que estaba
concertado en la Iglesia traído de Nueva España se remitiese a Coro a costa de
la catedral, para que pudiesen colocar el Santísimo Sacramento y que se hiciese
justificación del caso para ocurrir al Rey (p.127).
1677: En 6 de febrero, por el temor que había de
invasión a esta ciudad (Caracas) por
los enemigos franceses, se mandaron hacer prevenciones para sacar la plata y
ornamentos de la Iglesia (p.161).
En 19 (mayo de 1684) atenta la necesidad en
que quedó la Iglesia de Trujillo por haberla saqueada el enemigo francés; se le
dieron de la Catedral dos ornamentos cumplidos el uno morado y el otro blanco y
un paño de púlpito (p.180).
Todas estas situaciones de saqueos y
robos, agravaban más la pobreza de los pueblos que se venían levantando con
mucho sacrificio alrededor de los templos parroquiales. A finales del siglo
XVII, según el estudio realizado por la historiadora Emilia Troconis de Veracoechea (2002), “en todas las provincias la situación económica era caótica” (p.
37). En cualquier caso, podemos considerar que el siglo XVII fue el inicio de
la estabilización demográfica. Según Rodríguez
Souquet (2003), es el período de la estabilidad por varios factores:
En este marco encontramos la acción decidida
de fray Gonzalo de Angulo y del gobernador Francisco de la Hoz Barrio tanto en
la defensa de los naturales como en la fundación de nuevos pueblos que
contuvieron el rápido proceso de disminución de los indígenas. Por otra parte,
el mestizaje había comenzado y el amor o la lujuria se encargarían de unir las
razas en el crisol del lecho que se haría fecundo para continuar el proyecto
poblacional venezolano (N° 24, 9).
La historiadora Galíndez
(1984) menciona que “desde 1640 la Cédula Real concedió a la Iglesia
Valenciana, merced del vino y aceite para celebrar y alumbrar el Santísimo
Sacramento” (p.11). Con relación a esta Cédula Real, en
las Actas del Cabildo podemos leer: que “Jhoan Carrillo de los Reyes, bezino
desta ciudad y majordomo de la santa yglecia parroquial della...” solicitaba su cumplimiento en
diligencia efectuada en 1640. Reclamaba que “den cada un año bino a la santa
iglecia y a su majordomo quinse botijuelas de aseite para alumbrar el santisimo
sacramento y botija y media de bino para cada saserdote que dizere misa para
selebrarla que... se deben dar dies botijas de bino no menos de lo cual”. La fecha de esta Cédula
Real “del rey nuestro señor, firmada
de su real mano”, es “diez y
nuebe de henero de mill y seiscientos
y cuarenta años” (Tomo I,
1977: 4-6). Más adelante, en el año 1646, encontramos que la Iglesia parroquial
no tenía para comprar vino y aceite: “(…) padecido necesidad la dicha santa
yglesia, por ser pobre y no tener con que poderlo comprar…” (Ib., 15).
En cuanto a los límites
territorial de la Iglesia parroquial de Valencia, encontramos que a finales del
siglo XVII, en un informe con fecha 14 de octubre de 1690, realizado por el
obispo Baños y Sotomayor (1683-1706), sobre “Curatos y doctrinas de la
ciudad de Sanctiago de Leon de Caracas y su Diócesis, que todas se proveen por
el Real Patronato. Caracas”, la jurisdicción eclesiástica de Valencia
comprendía: «Dos curatos en la Iglesia Parroquial en que hay dos curas, y
Sacristán Mayor». Y en doctrinas: «Una en el pueblo de Nuestra señora de
Candelaria de Turmero que sirve Clerigo. Otra en los pueblos de los Guayos, Don
Diego, y Guacara que sirve clerigo».
Por otra parte, encontramos
un informe sobre “Capellanías de las Haziendas de la Juridisdizion de
Caracas y su diócesis que se sirven con esclavos a quien se administran
sacramentos”; y en la jurisdicción Valencia localizamos las siguientes
capellanías, en los: «Valle de Mariara, Agua Caliente, Valle de Ocumare,
Valle de Patanemo, Valle de San Esteban, Valle de Borburata, Valle de
Guayguaza, Valle de Moron, Valle de Urama» (AGI., Real Audiencia de
Santo Domingo, Legajo 197). Es importante tener en cuenta esta extensión
territorial de la jurisdicción eclesiástica Valencia, puesto que estos límites
expresan el inmenso campo pastoral que tenía que atender el cura vicario y juez
eclesiástico de la Iglesia parroquial de Valencia.
La Iglesia parroquial de la
Nueva Valencia, como el resto de la provincia de Venezuela, padece la extrema
pobreza material. Tenemos el caso del cura doctrinero de los valles de Guacara
y Los Guayos, don Pedro Galindo de
Aillón, que describía la situación que vivían los naturales en el valle de
Yagua, pertenecientes a la encomienda del capitán Joseph Vásquez de Rojas:
…poblados en el valle de Yagua, y sin
iglesia en que asistirles; esta encomienda fue considerable, y por los malos
tratos de los encomenderos, irán migraciones a la costa de la mar; se hayan hoy
en estado de acabarse pues los varones no pasan de veinte y estos la mitad
huidos, con que por su tenicidad parece no tener fuerzas bastantes para
fabricar iglesia, y cosa mia, con los más adorantes soy de parecer no hay
inconveniente para agregarlos a esta de Guacara, como también no le hay en que
todos estos pueblos se uniesen, antes resultará en servicio de Dios.…(AAV:
A45,C26, D1).
Este texto pertenece a una carta enviada
al Arcediano de la Iglesia Catedral de Caracas, comisario del Santo Oficio de
la Inquisición del Puerto de La Guaira, Juez Provisor y Vicario General del
obispado, don Miguel Núñez y Guzmán,
con fecha 6 de diciembre de 1673. Se presenta la preocupación de la Iglesia por
la defensa y dignidad de los naturales. Asimismo el deseo de unir a la
población para construir una sola comunidad con su templo como signo visible de
la evangelización.
También podemos citar la carta de Fray Pablo de Oribuela, Sacerdote Capuchino, dirigida al rey, con fecha
22 de mayo de 1687, donde manifiesta la misma situación de los naturales en las
encomiendas:
(…) no sin gran dolor, señor, de dar cuenta cómo
hemos hallado a los miserables indios de esta provincia, especialmente las
encomiendas de la juridicción de Valencia, la de Barquisimeto, la del Tocuyo y
la de Trujillo, que son tantas las opresiones, tiranías y malos tratamientos,
que pueden envidiar los indios la vida de los negros esclavos, por cuya razón
son muchos lo que se esconden y perecen sin sacramentos… siendo muchos los que
vimos y tocamos, ya las manos, ya los brazos, molidos en los ingenios de
azúcar, sin que nada baste para que tengan remedio estos pobres… (…).
(Carrocera, Tomo I, 1972: 410).
Otro caso, donde la Iglesia manifiesta su
preocupación por los más pobres, es la solicitud que hacía el Cura Capellán de
los “valles de Patanemo y Borburata y de los negros”, Pbro. Tristán Muñoz de Ledezma, al obispado
para construir una Iglesia, con fecha 22 de abril de 1670; las razones que
exponían eran las siguientes:
(…) Valle de Patanemo, costa de la mar
abajo…valle está poblado de haciendas de cacao y está fundada una Iglesia de
muchos años… y por estar la mayor parte de las dichas haciendas fundadas en la
otra parte del río que en tiempo de invierno es muy caudaloso y los pantanos
que a las orillas se forman, es causa de los vecinos no asistan a misa los días
de fiesta, ni el dicho capellán pueda acudir paraadministar los Stos.
Sacramentos y la dicha Iglesia está en muy mal estado y es necesario fabricarla
de nuevo en la otra parte donde está el mayor número de vecinos, que son quince
con sus familias y esclavos, y en la otra, no son más de cinco…”[3].
Para esta fecha la Iglesia parroquial de
Valencia estaba administrada por el licenciado Gerónimo Riveros, cura propio y vicario foráneo, y Juez
Eclesiástico de la misma ciudad y Nirgua. Como hemos dicho arriba, a mitad del
siglo XVII, los curas de Valencia ejercían la función de vicario, y al mismo
tiempo, el oficio de juez eclesiástico, cuyas funciones era administrar
justicia y hacer cumplir las Constituciones
Sinodales[4], es decir que hacían las
veces de obispo.
Conocemos el caso de un notable cura que
ejerció este oficio a finales del siglo XVII: don Agustín de Palma. De los libros más antiguos sobre matrimonios de
la Iglesia parroquial de Valencia del año 1660 encontramos estampada su firma
como cura y vicario. Sabemos que en 1669 era cura de la Catedral de Caracas y
el 17 de agosto del mismo año, fue elevado a la dignidad de Tesorero, dada en
Madrid por la Cédula Real, en fecha 28 de octubre de 1668. En un informe del Obispo
Diego de Baños y Sotomayor, sobre el
estado que se hallaba el Seminario Santa Rosa de Lima de Caracas, figura como
profesor de Moral (Figuera, 1965: 165). Luego, el 26 de agosto de 1671, se le
dio colación y posesión como Chantre, cuya real presentación tiene como fecha
el 25 de junio de 1669. El 28 de junio de 1678, se le dio posesión como
Arcediano, habiendo recibido la colación el 8 de febrero de ese mismo año, en
la ciudad de Coro. El 14 de marzo de 1682, fue electo como Provisor y Vicario
General, dejando el cabildo. El 1 de diciembre de 1684, fue elegido como Juez
de Diezmos con facultades para el desempeño de la judicatura y nombrar
subalternos. Y el 22 de noviembre de 1687, fue elegido un nuevo Juez de Diezmos
por su fallecimiento.
Otro cura que se destaca a finales del
siglo XVII fue don Andrés Arias
Altamirano, quien participó activamente en las secciones del III Sínodo
Diocesano de 1687. Para el año 1670, el Cabildo
Eclesiástico de Caracas le da colación como segundo cura de Valencia y hace
la profesión de fe ante el Cabildo el 17 de diciembre de aquel año y luego se
traslada a Valencia como beneficiado de la Iglesia parroquial de la ciudad.
En la vida parroquial de Valencia tuvieron
muchas influencias las cofradías, grupos de seglares que manifestaban su
devoción y fe católica en medio de la sociedad. La más antigua fue la de Santa
Vera Cruz. Sus constituciones fueron aprobadas por el obispo de Caracas y
Venezuela, Juan Manuel Martínez de
Manzanillo (1580-1592), en 1586; y le siguen las Cofradías: Espíritu Santo,
creada en 1616, y el Santísimo Sacramento, en 1660. Debemos destacar que estas
cofradías no sufrieron modificaciones en sus constituciones durante el siglo
XVII. De la mencionada Cofradía del Espíritu Santo, cuyos miembros cultivarán y
fomentarán la devoción a la Virgen del Socorro, se modificarán sus
constituciones en 1723, con el nombre cofradía de “Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro”[5].
II
El 19 de
mayo de 1616, el obispo de Caracas y Venezuela, Fray Juan de Bohorques (1611-1618), había aprobado sus constituciones,
siendo Cura y Vicario de la Iglesia parroquial de Valencia, el Pbro. Lic. Diego Guerrero de Torres. Debemos
subrayar que los fundadores de la Cofradía del Espíritu Santo eran “negros, pardos, mulatos e indios ladinos
esclavos y libres”. Es decir, personas de clases inferiores, según la
denominación clasista de aquella época. Eran gentes desposeídas, pobres, que en
su mayoría eran la mayor parte de la población que se venía fraguando en
Valencia. Esto significa que no era sólo de esclavos, sino también de gentes
libres y españoles; pero durante el siglo XVII va a prevalecer la casta de los
pardos libres.
En la
historia eclesiástica de las cofradías con el título Espíritu Santo existe una
estrecha relación con los esclavos negros de la sociedad estamental que se
congregaban para confirmar su plena libertad de cristianos. Según el Apóstol
San Pablo, la vida de los creyentes ya no es una vida de esclavos bajo la Ley,
sino una vida de hijos, pues han recibido en su corazón al Espíritu del Hijo y
pueden exclamar: ¡Abbá, Padre! (Cf. Ga 4, 5-7; Rm 8, 14-16). Escribe el
Apóstol: “en un solo Espíritu hemos sido
todos bautizados, para no formar más que un cuerpo” (1 Co 12, 13). Con la
presencia de algunos sacerdotes seculares de origen portugués, en la Iglesia
parroquial de Valencia se cultivó esta altísima devoción al Espíritu
Santo.
¡Qué
privilegio para estas clases desposeídas tener como patrono al mismo Señor y
Dador de vida! Llama la atención el origen humilde de esta Cofradía del
Espíritu Santo en Valencia; ellos expresaban: “Nuestro cautiverio y color solo está en el cuerpo, y que en lo demás, por
gracia y merced de Ntro. Sr. Jesucristo, comunicada en sus santos sacramentos,
somos cristianos, y como tales debemos vivir para ir a gozar de la
bienaventuranza en compañía de los que habiendo guardado en este mundo sus
santos mandamientos…”.
La fiesta religiosa del Espíritu Santo
estaba contemplada para el segundo día de Pascua, con vísperas, misa cantada y
procesión alrededor de la Iglesia, con “danzas
y todo género de santo regocijo”, aunque en el Sínodo Diocesano de 1687 se
prohibió todo tipo de danzas. En la procesión iba un estandarte o pendón y
luego el retablo del Espíritu Santo. También las constituciones mandaban “una procesión de sangre, el miércoles santo,
en la noche, después de los maitines, haciendo azotes”. Sólo estaba permitido
para el encargo de la procesión: “entre
los morenos, indios y mulatos, sin que entre españoles, para que no usen de
superioridad y nos quiten la posesión de nuestra santa cofradía”.
La
cofradía estaba obligada a encomendar a sus difuntos cofrades con misas
cantadas. En cuanto a la organización se tenía que elegir a un mayordomo, a dos
diputados y un escribano. Tenían que ser de color morenos o mulatos, o indios
ladinos, eximiendo al escribano. Por ser una cofradía de castas inferiores, no
había gente letrada, y las constituciones pedían la elección de un escribano “español, honrado y buen cristiano”, cuya
responsabilidad era llevar los libros de cuentas y presentarlo al Juez
Eclesiástico.
Para
las elecciones de la junta directiva de nuevos oficiales o de su ratificación,
se convocaba un cabildo con presencia de Juez Eclesiástico y un notario para el
segundo día de Pascua del Espíritu Santo. Debemos acotar que en esta cofradía
había cofrades españoles, pero no tenían ni voz ni voto: “los españoles cofrades no han de votar ni ser dueños en cosa de esta
nuestra santa cofradía”. A los nuevos miembros, las constituciones
ordenaban: “cada cofrade, hombre o mujer, así españoles como negros, indios y
mulatos, hayan de dar y den limosna, para la entrada, medio peso de oro en
moneda, o frutos que lo valgan…”.
Para el
sostenimiento de la cofradía se mandaba que “se pida limosna por la ciudad, todos los viernes de Espíritu Santo”.
Para este oficio se asignaba al escribano o al mayordomo. Se pedía crear un
banco con la limosna que se recogiera y del aporte de cada cofrade. Para esto
se nombraba un alguacil “de color moreno
o indio”. También se tenían de rentas el ganado propiedad de la cofradía.
Los gastos principales de la cofradía eran cancelar los estipendios de las
misas, el servicio del sacristán, la compra de cera, las procesiones… entre
otros gastos.
Estas
constituciones estuvieron vigentes 104 años. Y fueron sus miembros, sobre todo
los pardos, quienes cultivaron la devoción a la Virgen del Socorro, y tuvieron
la iniciativa de traer la imagen que actualmente veneramos en la Basílica
Catedral de Valencia. Debemos considerar que en esta Cofradía del Espíritu
Santo fue donde se gestó la devoción maternal a la advocación a Nuestra Señora del
Socorro de Valencia.
III
A principio del XVII el templo parroquial
construido en la Nueva Valencia seguía siendo de pajas o de bajareque, como los
demás templos de la Diócesis de Coro y Venezuela. El obispo Juan Manuel Martínez Manzanillo[6] en 1582 informaba al rey,
que “todas las iglesias de esta
gobernación y obispado de Venezuela son de paja y madera embarradas por de
fuera, excepto la de Santiago de Leon que es de teja y se está cayendo”
(Maldonado, 1973: 444).
A pesar del aparente desarrollo económico
en la ciudad de Valencia, a finales del siglo XVII, siempre hubo retraso en su
construcción, ya sea por el poco interés de los curas y de los fieles, o por la
falta de cumplimiento de los mayordomos o albañiles, o por causa de los terremotos[7], o
por los continuos saqueos de la ciudad, como el caso de la invasión de los
corsarios franceses en 1677[8].
En el siglo XVII, la Iglesia venezolana va
a vivir un hecho sin precedente la convocatoria y celebración de dos sínodos
diocesanos. Se tiene noticia que el primero se realizó en el pontificado de
fray Pedro de Agreda[9], a finales del siglo XVI.
Algunos autores han dudado acerca de su realización[10];
y aunque las actas no han sido localizadas, no significa que no se haya
celebrado[11]. Lo mismo ocurrió con el
segundo sínodo, actualmente desconocemos sus actas[12].
Pero su celebración está exenta de duda. Se celebró en la ciudad de Caracas del
5 al 12 de octubre de 1609, siendo obispo el franciscano fray Antonio de Alcega[13].
A pesar que su pontificado fue corto, visitó, al igual que el Obispo Agreda,
todo el obispado donde se percató de la extensión del territorio, la
proliferación de ídolos, la pobreza material de las iglesias y la carencia de
clérigos[14].
El autor del tercer sínodo[15], Excmo. Mons. Diego de Baños y Sotomayor[16], tampoco tuvo conocimiento
de las actas del segundo sínodo. Leemos en el proemio de las Constituciones Sinodales de 1687:
Y
hallando solo noticias, de que en la primer fundacion de este Obispado se
celebró Sínodo, de cuyas Ordenanzas no habia quedado memoria y de la última
Congregación Sinodal, que celebró nuestro predecesor el Ilustrísimo Señor Don
Fray Antonio de Alzega, con el trascurso de 78 años, era necesario mudar
algunas cosas y añadir otras nuevas, por la deformidad que de su observancia
hubia en los lugares de este nuestro Obispado y corruptela en lo justamente
establecido...
El Padre Capuchino Cesáreo de Armellada (1981) llega a deducir de este texto, que “muchas de las cosas del III Sínodo fueron
repetición de las ordenanzas del II; y también al margen del mismo texto
sinodal se ven varias llamadas al texto del II Sínodo” (p.160). Por consiguiente, la única fuente que tenemos
escrita es el del sínodo de 1687, cuyas actas son extensas y minuciosas de
artículos que nos describen la realidad social del siglo XVII. En efecto, en el
proemio, el tercer sínodo expresaba una enérgica corrección a las corruptelas
que presentaba la vida cristiana de la diócesis de Caracas y Venezuela. El
estudioso de este sínodo, Gutiérrez de
Arce, resume en breves palabras el deterioro social:
La moral pública debía estar desquiciada.
Préstamos usurarios, concubinatos, trato inhumano con los esclavos, atentados a
su libertad matrimonial y a la de los indios, parece que se encontraban a la
orden del día en españoles y criollos; entre los naturales abundaban las
bigamias, los perjurios, los tratos carnales prenupciales, las borracheras, los
adulterios con conyugicidio, los ensalmos juratorios supersticiosos, etc., en
los negros era frecuente el amancebamiento. El mismo culto se encontraba
viciado con chanzonetas irrespetuosas en las misas solemnes, danzas de negras,
mulatas e indias en las procesiones, bailes en las casas particulares con
ocasión de festividades religiosas, peligrosas procesiones, faltas de respeto a
los templos con ocasión de romerías y juegos de toros, alhajamiento profano de
las imágenes, etc. (1975: 44-45).
Este desenfreno de la sociedad del siglo
XVII no va impedir a los obispos, sacerdotes y misioneros a llevar a cabo el
proceso de evangelización. El Obispo Alcega puso todo su dinamismo y tesón por
crear escuelas de gramática en las ciudades, y así mismo de imponer una sana
regulación de la vida de los naturales en las encomiendas. Por la prematura
muerte de este obispo, el 10 de mayo de 1610, estos proyectos se desvanecen.
Pero por designios de Dios, en el pontificado del obispo fray Gonzalo de Angulo se logrará concretar
la defensa de los naturales y a proyectar la fundación de nuevas poblaciones[17]. Como es sabido, la
gobernación de Venezuela, conocida también como provincia de Caracas, fue
creada el 27 de marzo de 1528; y en el período de 1616 al 1621, podemos
destacar el ejercicio de la jefatura al capitán Francisco de la Hoz Berrío, quien tuvo una estrecha amistad con el
obispo Angulo. De este capitán comenta el historiador Ambrosio Perera:
Representaba
maravillosamente al conquistador americano del siglo XVII que completó en el
nuevo continente la grandiosa obra del progenitor hispánico. Era no solo católico
de fe inconmovible… sino además persona de una sincera y sólida piedad y de una
profunda devoción sacramentina, todo lo cual ha debido influir en su ánimo para
llevarlo a poner toda su autoridad de gobernante y todos sus desvelos de
cristiano a favor de lo que estaba llamado a dar las mayores garantías a la
evangelización de los naturales… (1955: 32).
A partir de estas décadas, el poblamiento
de la provincia de Venezuela se debe en gran parte por la acción de ambas
autoridades civil y eclesiástica. Estas buenas relaciones llevaron a una gran
empresa humanizadora para los nuevos pueblos naturales. Esto quizás gracias a
la residencia del obispo en la ciudad de Caracas. Ya sabemos, que la primera
sede episcopal venezolana se asentó en 1531 en la ciudad de Santa Ana de Coro,
pero por la proximidad del mar, siempre fue arremetida por los asaltos de los
piratas. Esto llevaría a los obispos a trasladar la sede a la ciudad de
Santiago de León de Caracas, en 1637. Es interesante conocer las razones por la
cual se realizó dicho traslado, según las Actas
del Cabildo Eclesiástico de Caracas, con fecha 7 de marzo de 1638;
expresaban que:
…por su naturaleza –de la ciudad-, habitada de muchos vecinos y forasteros,
rica y abundosa de trigo, maíz, cacao, corambre, y otros frutos; de apacible y
saludable temele, y de muchos y buenos oficios, con estudio público de
gramática y dos conventos donde se leían artes y teología, y donde residía el
Gobernador y oficiales reales…y se acordó que en virtud de ella se tomase la
posesión de esta Santa Iglesia constituida en catedral de este mismo día 7 de
marzo, bajo el mismo titulo de Señora Santa Ana... (Pérez Vila,
1963:105-106).
Al analizar este texto, presumimos que
Valencia no gozaba de esos privilegios. Tiene que esperar hasta finales del
siglo XVIII, cuando se notan algunos cambios. Escribe el obispo Mariano Martí[18], que la ciudad “es grande, y después de la de Maracaibo, tal
vez la mayor de esta provincia… es esta ciudad más cómoda para vivir que otras…”[19]. Ya se tenía dos colegios,
un hospital, un convento y además una parroquia bien atendida por varios
sacerdotes del clero secular.
Durante el siglo XVII, los valencianos
soñarán para la ciudad un templo parecido al de Caracas, pero tardará mucho.
Sin embargo, se les va a cumplir el sueño con la llegada de los frailes
misioneros franciscanos, con una larga tradición en la evangelización en el
territorio venezolano, y su presencia se remonta antes de la creación de la
primera diócesis. En los avatares de la historia de la construcción del templo
parroquial de Valencia nos encontramos que los fieles cristianos gozarán de un
templo “durable y decente” ya avanzado del siglo XVII. Es decir, de
un templo de piedra y no de bajareque. Pero en los primeros años de este siglo,
el templo parroquial era modesto. Un gran bienhechor de esta obra va a ser el
capitán Agustín Sarmiento de Herrera,
nacido en la Gran Canaria. Su padre era don Diego de Sarmiento, Alguacil mayor del Santo Oficio de la Inquisición
en la Isla Canaria y hermano del Marqués don Agustín de Herrera y Rojas, primer Marqués de Lanzarote y
Buenaventura[20].
En un expediente con fecha del 20 de marzo
de 1789, encontramos una recopilación de varios testimonios que nos remontan
hasta 1602. Los testigos declarantes en tierra Canaria, quienes conocieron a
don Agustín de Herrera y a su familia, manifestaban que:
(…) los tiene por cristianos biejos limpios de
toda mala rasa, y macula de moros ni judios ni es el dho Dn Agustín de los
prohividos para poder pasar a las Yndias, sabe que son todos gente muy
principal, y tenidos por cavalleros hijos Dalgo, y por tales respetados, tiene
por cosa sierta que el dho Dn Agustín de Herrera es soltero no ha oido que se
haya casado ni dado palabra (…).
Estas aclaratorias eran los requisitos
indispensables para embarcarse a estas tierras americanas. Sin esos privilegios
no podrían alcanzar los beneficios del yugo de la corona. Estos testimonios
tienen como fecha el 24 de diciembre de 1602. Es posible que este Agustín de Herrera
pisara tierra venezolana por el Puerto de La Guaira en 1603. Contrajo
matrimonio en la ciudad de Caracas con Leonor
de Pacheco y Acosta, el 3 de agosto de 1604, quien era natural de la misma
ciudad, hija del conquistador capitán Juan
Fernández de León, quien acompañó a Vicente
Díaz Pereira y Diego de Lozada a
la fundación de Valencia y Caracas.
Un año después, el 11 de agosto, en la
ciudad de Santiago de León de Caracas, su hermano Fernando de Saavedra presentaba los recaudos de la hidalguía de su
familia al Teniente General de la Gobernación de Venezuela, el licenciado Francisco Rodríguez de Toro.
El 20 de mayo de 1617, don Agustín de
Herrera junto con su hermano piden nuevamente a las autoridades de la ciudad de
Caracas testificación de que son hijos hidalgos. Pronto se muda a la ciudad de
Valencia, donde nacerán algunos de sus hijos. Había sido encomendero de los
aborígenes que estaban ubicados en Guacara. Fue Teniente de Gobernador de
Valencia, y adquirió el compromiso de aportar materiales y peones para la
construcción del templo parroquial. Y esa inversión era deducible de los
diezmos que estaba obligado a pagar en su encomienda. El contrato de dicho
capitán comprendía la demolición del primitivo templo y la construcción del
nuevo que se siguió modificando y reformando. Todo lo relativo a aquella fábrica
cuenta un expediente que reposa en la Academia Nacional de la Historia (Cf.
Donación Villanueva, segunda parte, Nº 410).
Ante los sucesos del 11 de junio de 1641, producto
de un violento terremoto que destruyó la Catedral de Caracas y que también
arruinó el templo de Valencia; el obispo Manzanillo junto el Cabildo Eclesiástico de Caracas,
aprobaron el 7 de diciembre 1660, un contrato para las respectivas reparaciones
de los templos parroquiales. Ya para 1664, el capitán Herrera había comenzado
la obra de construcción de un nuevo templo de tejas y paredes de rafa, pues se
había decidido tumbar el viejo templo de pajiza y bajareque.
El año siguiente, el Pbro. Lic. Gaspar Sánchez de los Reyes, Vicario
Foráneo de la Iglesia parroquial de Valencia, fue llamado por el obispo fray
Alonso Briceño[21], que estaba residenciado en
Trujillo, para que informase sobre la vida pastoral. Y antes de salir, por ante
el Notario Público Domingo López de Serpa, intimó al licenciado Agustín de
Palma, mayordomo de la fábrica y al encargado capitán Herrera de que “acudan sin omisión y con la brevedad posible
en la prosecución de la dicha fábrica”.
En 1668 el Pbro. Andrés Arias Altamirano tomó declaraciones al maestro de obra, Bernabé Barranco, acerca de la
construcción del templo y hacía constar el costo de ladrillos, cal, tejas y
piedras. Es posible que este trabajo constituyera las bases, donde se haría un
proyecto de culminación con el maestro de carpintería don Blas Vicente Núñez, bajo la tutela del capitán Antonio Pérez Saavedra, mayordomo en aquel tiempo de la Iglesia
parroquial de Valencia[22].
Es muy significativo el trabajo realizado
por el capitán Herrera, en cuanto que es el primer templo de piedra y tejas que
se inició en 1664. A partir de esa fecha, los curas párrocos junto con los
mayordomos de fábrica procurarán embellecer el templo.
Del mencionado expediente, también
encontramos un testimonio de un hijo del capitán Herrera, Juan Sarmiento de Herrera[23],
Alférez mayor, nacido en Valencia, que pretendía presentar al Consejo de
Castilla la solicitud de marquesado de Lanzarote y Buenaventura, testificando
que era hijo legitimo de dicho capitán, y nieto de don Diego Sarmiento de Rojas
y Sandoval, su abuelo paterno, quien era hermano del marqués don Agustín de
Herrera.
También en el expediente se menciona a dos
sacerdote de la Iglesia parroquial de Valencia: Primero al licenciado Diego Guerrero de Torres, cura y
vicario y juez eclesiástico, y tutor de las constituciones de la Cofradía del
Espíritu Santo en 1616, donde se cultivó la devoción a la Virgen del Socorro.
Sabemos que entró a Venezuela en la armada de Domingo Vera, como capitán de
infantería, y luego fue nombrado por el rey Comisario Proveedor general. Estuvo
en El Dorado y en la isla de Margarita, y a consecuencia de muchas aventuras
quedó tullido. Llegó a la ciudad de Valencia en 1598.
Después de una larga reflexión decidió
hacerse sacerdote. En 1600 el obispo Salinas lo ordena al ministerio
presbiteral y lo asigna a Valencia. Presta el servicio de visitador de los
pueblos San Sebastián de los Reyes y San Juan de la Laguna de Uchire, nombrado
por el Padre Pedro Graterol, el 12
de diciembre de 1604, quien ejercía la gobernación de la diócesis. El
historiador Caracciolo Parra nos dice que ejerció el curato en Valencia casi
toda la mitad del siglo XVII[24]. En 1635, bajo su
protección y autorización abre el estudio de Gramática en la ciudad. En 1643
tenía más de 75 años de edad.
El otro sacerdote es el licenciado Gaspar Gutiérrez de Sotomayor, natural
de Santiago de León de Caracas. Sabemos que estudió gramática desde la edad de
13 años. Estaba acompañando al padre Diego Guerrero, y durante cinco años
ejerció la docencia como preceptor de Gramática (latines) cuando tenía 19 años,
y además enseñó “canto llano y órgano”,
pues era un buen músico, según informe enviado al Consejo de Indias, el 26 de
julio de 1636[25]. En 1643 tenía 45 años de
edad. También conocemos otro sacerdote llamado José Arechederra, quien ejercía como sacristán Mayor de la Iglesia
parroquial de Valencia[26].
En fin, la labor del capitán don Agustín
de Herrera fue determinante para la construcción del primer templo de piedra y
ladrillo en la ciudad. Ya a finales del siglo XVII, entre los años 1668 y 1681,
los valencianos procurarán levantar un templo parecido a la Iglesia parroquial
de Santiago de León de Caracas[27]. El capitán Herrera murió
en Caracas, el 28 de noviembre de 1695.
La población valenciana anheló durante
mucho tiempo la presencia de los misioneros franciscanos. No era suficiente la
labor del clero diocesano, por la extensión del territorio. Es la primera vez,
que llega a nuestro territorio una orden religiosa tan entrenada en el campo de
la evangelización. La familia valenciana quería que se estableciese un convento
que serviría como centro de estudio de gramática y nuevo estílo de
evangelización y catequesis.
El 30 de marzo de 1630, el gobernador Juan de Meneses escribía al rey manifestando
aquel anhelo de los valencianos:
Y para que estas conversaciones se hagan con
más comodidad, convendrá que en la dicha ciudad de la Valencia se funde
convento de la dicha Orden, pues hasta agora (sic) no tiene otro alguno y la
dicha ciudad lo á pedido y pide y les tiene ya echo casa y una hermita para la
dicha Orden donde sus religiosos se podrán hospedar de peresente y desde allí
entrar a predicar a los dichos indios… y ante mi han parecido los dichos indios
guaymonteses y de la Valencia a pedir el baptismo; y asimismo la dicha ciudad
de la Valencia pide con instancia la fundación del dicho convento y la tengo
por conveniente y necesaria para lo dicho… (AGI. Santo Domingo, 27-B,
citado por Odilo Gómez Parente, en Torrubia, 1972:476).
Por lo visto, ya los vecinos de Valencia
tenían todo adelantado para la fundación del Convento franciscano, y la misma
Orden en una junta definitorial de 1 de octubre de 1634, acordaba lo siguiente:
Los vecinos de la ciudad de Valencia de esta
Provincia de Venezuela con grandes ruegos pedían que fundase convento en la
dicha ciudad para su consuelo y por la devoción que tenían de tener un convento
de nuestra Orden, lo qual visto por los Padres Definidores, todos unánimes y
conformes, nemine discrepante, dijeron que se fundase el dicho convento atento
a la devoción de los dichos vecinos y los muchos años que ha que lo desean…
(Fondo Franciscano, Libro de Provincia, 1º, citado por Odilo Gómez Parente, en
Torrubia, 1972:476-477).
La entrada de los franciscanos a la ciudad
también significaría el inicio de la formación intelectual y cultural de las
familias valencianas y carabobeñas. En el capítulo 3, de las segundas
constituciones de la provincia franciscana de Santa Cruz de Caracas, 1538, con
el título: “Del estudio de las letras”,
mandaba: “Que en el convento más
conveniente… siempre haya estudio de Gramática y, por consiguiente, de Arte si
se pudiere hazar, guardando siempre el da la Gramática que nunca se dexe…”
(Gómez: 1997, 839).
Este convento fue la última fundación
franciscana en la Gobernación de Venezuela durante el siglo XVII; y tiene como
fecha 18 de septiembre de 1634[28]. Para esta fecha era
regidor de la Nueva Valencia del Rey, Francisco
Sarmiento[29]. La ciudad de Valencia ya
solicitaba en 1630 la presencia franciscana, y parece que no era la primera
vez, pues manifestaba que ya tenía hecha casa y una ermita para los religiosos.
El historiador franciscano Lino Gómez
Canedo nos da a entender, posiblemente, el motivo de dicha fundación:
No
sé a que indios se referían los franciscanos de Caracas en 1631, cuando, al
condenar ante el gobernador Núñez Melián
(Francisco; 1630-1637) las aprehensiones
de indios en los Llanos con el pretexto de campañas contra los caribes, le
excitan a que envíe predicadores apostólicos a más de mil indios que están
mansos y humildes ocho leguas de la Valencia, que piden el bautismo y fundar en
contorno de su situación sus pueblos... (1974: 297).
Era urgente la presencia de los frailes
franciscanos para predicar a los naturales que moraban en los llanos próximos a
la ciudad. Recordemos que el desplazamiento de estos grupos aborígenes estaba
motivado por evadirse de la crueldad de los encomenderos o conquistadores. Era
necesaria esta presencia para reforzar la labor que venían haciendo los curas
doctrineros, pero eran insuficientes para las demandas y dificultades que
presentaban las encomiendas. A finales del siglo XVII había más de 30
encomiendas en Valencia, en comparación del año 1582 que había 5; y esto a pesar
de que partir de 1696, la corona había intentado abolir este régimen[30].
La construcción del convento franciscano
era garantía de salvaguardar las vidas de los naturales y se buscaba aprovechar
una evangelización cristiana y humanista. Uno de los bienhechores de la
construcción de este convento va a ser el capitán Rodrigo Alonso Cabañas[31],
quien se comprometió a construirlo el 5 de abril de 1650, a cambio de varias
condiciones, entre ellas la celebración perpetua de dos misas semanales a su
intención. Este capitán murió el 19 de octubre 1669. Era natural de la Fuente
del Maestre, villa de la Extremadura, en los reinos de España. Fue mayordomo de
la cofradía “Nuestra Señora de la Limpia Concepción y del Rosario” en la
Iglesia parroquial de Valencia.
En el
mencionado testamento del capitán Rodrigo Alonso, otorgada el 1 de septiembre
de 1668, presentaba su última voluntad. Recordemos que el testamento era un
documento notarial por el cual un individuo manifestaba y hacía asentar su
voluntad sobre aspectos materiales y espirituales. De ahí que se debía leer por
los herederos o albaceas después de la muerte del testador. En fin, era un
documento con valor jurídico y espiritual. Acerca de la construcción del
convento franciscano:
el
testador declaró haber hecho de su costa y de sus bienes, el convento del
Seráfico San Francisco de esta ciudad de Valencia, con la siguiente
aclaratoria: al tiempo cuando lo empezó a fabricar, otorgaron escritura él y el
Padre Fray Miguel Maestre, que a la sazón era Guardián, y aunque las dichas
escrituras otorgadas fueron y se llevaron a los Capítulos que celebraron, nunca
jamás hubo resultas de ello, hasta que llegó el Muy Reverendo Padre Fray Pedro
de Aponte, Ministro Provincial, y anuló y dio por ninguna y de ningún valor
esas escrituras, por lo cual desde entonces quedó desobligado de hacer dicha
fábrica, pero mirando a ser una obra tan piadosa y del servicio de Dios,
prosiguió en ella sin obligación ninguna y por amor a Dios; y que si los Padres
Guardianes no quisieran decirle Misa, no tenían obligación de ello por cuanto
lo hecho y lo por hacer, lo hizo y lo haría por Dios. Al mismo tiempo dispuso
que toda la cal y ladrillos que se hallaren en su casa, lo dieren al dicho
convento.
Este texto es muy revelador; su otorgante
afirma haber colaborado en la construcción del convento, pero fue anulado el
contrato que lo comprometía[32]. El contrato existe en el
Archivo Diocesano de Caracas. Según Lino Gómez Canedo, dicho documento contiene,
como mencionamos ut supra: “Obligación de
Rodrigo Alonso Cabañas para hacer a su costa dicho convento con varias
condiciones y entre ellas dos misas cantadas en cada semana que se le deben
aplicar perpetuamente los lunes y los sábados; en 5 de Abril de 1650”
(1974: 297). Más adelante, el autor nos dice que en esa fecha fue construido
otro convento mejor, quizás es a lo que hace referencia en el testamento.
Los primeros religiosos fundadores del
Convento fueron: fray Juan de Gálvez
y fray Manuel Álvarez. Es a partir
de 1638, cuando el nuevo convento es elevado al rango de Guardianía[33],
bajo la advocación y título de San Buenaventura, siendo nombrado como su primer
Guardián fray Ildefonso de Mora.
Quizás el segundo Guardián haya sido el padre fray Miguel Maestre. En 1647, este padre dio fe como Guardián del
convento por las honras fúnebres realizadas por el alma del Príncipe D.
Balthazar Carlos, hijo de Felipe IV. En cuanto al Ministro General fray Pedro de Aponte, tenemos como dato que
ejerció dicho cargo desde 1651.
En este convento falleció el padre fray Juan Bautista, el 25 de septiembre de
1671. Debemos mencionar la muerte trágica del padre fray Bartolomé de la Rosa, siendo provincial, quien fue asesinado por un
hermano de religión, con el nombre Alonso
Carrasqueño, sacerdote, el 19 de noviembre de 1684. También fallecieron los
padres Juan Carrillo y José Lozano, en 1690; y en 1692, el padre José Jiménez[34].
El
estudio eclesiástico del siglo XVII, sigue siendo un tema para investigar con
más hondura y dedicación. Muchos sacerdotes y misioneros, religiosos,
religiosas y seglares no aparecen en nuestra historiografía. Lo cierto es que
para este siglo, la Iglesia parroquial de Valencia vivió este período como un
momento decisivo para echar raíces y sembrar lo que luego va a recoger en los
siglos posteriores. Es una parroquia viva y encarnada en las comunidades y
cofradías, donde muchos fieles sin condiciones de clase social y racial encontrarán
su santificación. Todas las actividades y situaciones que ocurrían en la
geografía carabobeña se ventilaban en la Iglesia de Valencia, pues como hemos
visto, el párroco ejercía además de la cura pastoral, la función de vicario y
de juez eclesiástico.
Gracias a la presencia del convento de San
Buenaventura en Valencia, a finales del siglo XVII, muchas vacantes en las
iglesias de los Pueblos de Doctrina fueron asistidas diligentemente por los
frailes franciscanos. Sabemos que algunos pueblos de Carabobo fueron atendidos
por otras órdenes religiosas, como los frailes dominicos, agustinos, entre
otros, pero no se establecieron como orden religiosa en nuestra Iglesia
valenciana. Es decir que la primera orden religiosa que se implantó en Valencia
fue la de los frailes franciscanos.
Muchos de los fieles de Valencia vivirán la
espiritualidad franciscana creándose la Tercera Orden de seglares. En nuestro
archivo histórico abundan en la sección testamentaria las peticiones del
testador de vestir el traje de San Francisco, como el caso del capitán Rodrigo
Alonso Cabañas que pidió “que fuese enterrado
con el Hábito del Padre san Francisco”. Esta Espiritualidad enriquecerá la
fe de los valencianos.
Hoy, lamentablemente, el convento Franciscano
no existe, como tampoco la presencia de la comunidad de los frailes Capuchinos
en la Iglesia de San Francisco, pero su espiritualidad en los seglares subsiste
en muchos corazones en la Tercera Orden Franciscana. Quedaron huérfanos, como
escuché en boca de un viejo fraile capuchino, pero la Iglesia de San Francisco
sigue siendo para los valencianos el templo acogedor de la sencillez de aquel
que inspiró a los primeros misioneros al llegar a Valencia en el siglo XVII.
A partir del año 1677, existe un repunte
migratorio en toda América Latina. Muchos viajan con la esperanza de alcanzar
riqueza y promoción social. Y esto debido a la crisis económica del siglo XVII
español[35], y unido a los deseos de
mejoras económicas, persistía entre los emigrantes una imagen del Nuevo Mundo
bastante idílica. El asentamiento de los colonos españoles tenía como objetivo
fundamental arraigarse en estas tierras. Y la garantía era llevar consigo a su
familia, y en caso de ser vecino soltero se recomendaba casarse, y así
constituir familias en las nuevas fundaciones.
Las primeras familias españolas harán vida
cristiana según la costumbre de los pobladores de la península. A pesar del
poblamiento en la Provincia de Venezuela, la territorialidad del obispado es
compleja y difícil de conocer en contraste con la unidad actual. El proceso
territorial eclesial fue lento, al igual que en el campo civil, lentitud que culminó
en el año 1777. A partir de esta fecha comienzan a surgir nuevas diócesis. La
zona occidental de la actual Venezuela, específicamente los estados andinos (a
partir de Tunja, Bogotá), estuvo bajo la jurisdicción de la Arquidiócesis de
Santa Fe de Bogotá. Y la zona del oriente venezolano, [Nueva Andalucía
(Cumaná), Guayana, Trinidad y la Isla de Margarita], conocida con el nombre de
“anexos ultramarinos”, dependía del Arzobispado de Puerto Rico. El obispado de
Venezuela, como el de Puerto Rico, pertenecía a la misma Provincia Eclesiástica
de Santo Domingo.
La primera Diócesis de Venezuela en su
ámbito territorial, tanto en su sede catedralicia en Coro como en Caracas, fueron
modificadas en su extensión con la creación de la Diócesis de Mérida de
Maracaibo (Cf. Borges, 1992: 411-422). Ésta fue creada por el Papa Pío VI el 17
de febrero de 1778, y comprendía, además de Mérida y Maracaibo, Barinas, San
Faustino, La Grita, San Cristóbal, Gibraltar y Coro. Esta diócesis siguió como
sufragánea del arzobispado de Bogotá. Para ocupar la mitra se presentaba, en 31
de agosto de 1780, a Roma al franciscano Juan Ramos de Lora, misionero para el
momento en México. El Papa Pío VI lo nombra el 24 de septiembre de 1782,
consagrado en Puebla de Los Ángeles, y entraba a Maracaibo en marzo de 1786,
iniciando el gobierno episcopal. El año 1790, a petición del obispado de Puerto
Rico, fue erigida la Diócesis de Guayana, que comprendería las Provincias de
Guayana y Cumaná con las islas de Trinidad y Margarita (Cf. Borges, 1992:
389-407). La Provincia de Guayana para el año 1720 tenía 20 o 24 casas, como
dato curioso. El primer obispo va a ser Francisco
de Ibarra, nativo de Guacara.
IV
A principio del siglo XVIII, todavía
estaba en construcción el templo parroquial de Valencia. En 1717 el Cura Rector
Interino de Valencia, el Pbro. Pedro
Thamarón presenta cuenta de liquidación de fábrica del templo, al Notario
del Juzgado de la Nueva Valencia, el señor Francisco Yánez. En 1720 se habían hecho las reformas
de las constituciones de la Cofradía del Espíritu Santo aprobada en 1616, y el
6 de noviembre de 1723, el Obispo Juan José de Escalona y Calatayud (1717-1729)
la había aprobado canónicamente con el nombre de Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro, siendo
Cura y Rector de Valencia el Padre Thamarón. Pero había transcurrido el tiempo
y todavía no se habían hecho los trámites pertinentes a la aprobación y
confirmación por parte de la Corona Real. Habían transcurrido 32 años. A partir
del 26 de noviembre de 1752, recibe su aprobación con el título de “Pontificia Real y Muy Venerable Cofradía”.
La cofradía sigue, como dicen las nuevas constituciones, “rendidamente constituida por esclavos”. En su primer artículo se refiere el motivo principal de la
reforma de las constituciones de 1616:
…
que muchos años después que
se fundó esta Sta. Cofradía, consiguiésemos la milagrosa imagen de la Virgen
Santísima con la advocación del Socorro, y desde entonces haber mantenido a
expensas, su culto y veneración, y poseído esta imagen sin contradicción
alguna, y es nuestra voluntad, que en adelante se intitule esta cofradía, del
Espíritu Santo y Ntra. Sra. del Socorro, por convenir así para la mayor
veneración de la Madre de Dios y Señora nuestra, y atractivo de la devoción a
esta santa cofradía.
He aquí
el origen de la devoción a “Nuestra Señora del Socorro de Valencia”, y el
artículo 17 de las nuevas constituciones nos señala quiénes trajeron la
venerada imagen:
…
habiendo sido los pardos de
esta ciudad los que principalmente concurrieron y coadyuvaron (aunque como
hermanos de esta cofradía) pidiendo limosna y con otras agencias para que se
trajese la milagrosa imagen de Ntra. Sra. del Socorro, queremos, y es nuestra
voluntad, se les mantenga y continúe la costumbre y posesión en que han estado,
de sacar a esta Soberana Señora, sobre sus hombros…
La Cofradía Espíritu Santo y Nuestra
Señora del Socorro es la artífice principal de la propagación la devoción a la
Virgen del Socorro. La importancia de esta cofradía se manifiesta en la
cantidad de papeles que existen en el Archivo de la Arquidiócesis de Caracas.
Hay un voluminoso expediente que contiene las cuentas de dicha cofradía[36], que
he tratado de resumir de la siguiente manera: Hay 16 recibos firmados por Simón Judas Vásquez, como Mayordomo de
las rentas y gastos de la Cofradía antes citada, situada en la Iglesia
parroquial de la ciudad de Valencia. Dicho Vásquez fue electo para ejercer tal
cargo en 1746 (Según el Lcdo. Leopoldo Fadul Buysse, este Mayordomo ejerce el
cargo en el período comprendido 1743-1745)[37].
Existe un diario que está formado por 16 folios que contienen todas las
partidas de cargos. Ajuste y liquidación de cargos y descargos hecha por Francisco Yañez, Notario Público, de
las cuentas que debe dar Vásquez como Mayordomo de la Cofradía.
En los folios 50-86 hay 10 recibos de pago otorgados por trabajos y
misas efectuados en la Cofradía en cuestión. Existe un cuaderno manual de diario
firmado por Pedro Isidoro Tovar,
para la buena cuenta y razón que debe tener de la administración de las rentas
y gastos de la Santa Cofradía, como Mayordomo administrador de ella, electo por
su hermandad en 24 de mayo de 1747 (Según Fadul se llama Pedro Isidro Tovar y
comprende un período comprendido 1753-1756).
Hay un cuaderno manual de diario que Juan Francisco Páez formó para la buena
cuenta y razón de la administración de las rentas y gastos de la Santa
Cofradía, como Mayordomo Administrador de ella, electo por su hermandad el 4 de
junio de 1748 (En el libro de Fadul no aparece este Mayordomo). En dicho
cuaderno se hallan “todas las partidas de
cargo que debo hacerme y las de el abono que debo haber a mi favor”.
Encontramos un testimonio auténtico de las cuentas que dio el Capitán Juan Vicente Franco, como Mayordomo de
la Cofradía que administró sus bienes, dado de mandato judicial a pedimento del
subsecuente Mayordomo. (Este Capitán Franco ejerció el servicio de Mayordomo,
según Fadul, en el período comprendido 1749-1750).
En los folios 141-157 aparecen las cuentas
dadas por Juan Ambrosio Páez, del
primer año que fue Mayordomo de la Cofradía. Hay 8 recibos de pago otorgados
por el citado Mayordomo por concepto de trabajos realizados en la Cofradía.
Cuentas dadas por Juan Ambrosio Páez del segundo año que fue Mayordomo de la
Cofradía. Hay diez recibos de pago otorgados por concepto de diversos trabajos
efectuados en la referida cofradía. Cuenta general y corriente seguida por el
Alférez Agustín de Villegas, de
cargo y descargo para la administración de los bienes y rentas de la cofradía,
de la cual ha sido Mayordomo nombrado por la hermandad desde el 23 de mayo de
1753 hasta el 12 de junio del mismo año (En el libro de Fadul aparece un Agustín
de Villegas que comprende el siguiente período 1745-1749).
Encontramos un cuaderno en que se hallan
asentadas las cuentas por el Capitán Pedro
Isidro de Tovar del año que fue Mayordomo de la Santa Cofradía desde el 12
de junio de 1753 al 4 de junio de 1754 (En el libro de Fadul aparece Pedro
Isidro de Tovar en el período comprendido 1753-1756, quien debe ser el mismo).
También encontramos un segundo cuaderno en que están las cuentas que da el
Capitán Pedro Isidro de Tovar del segundo año de la administración que tuvo de
la Cofradía desde el 4 de junio de 1754 hasta el 23 de mayo de 1755.
También aparece la cuenta general y
corriente que ha seguido Francisco
Blanco Velos (sic) de cargo y descargo como Mayordomo Administrador de los
bienes y rentas de la cofradía de que fue nombrado en el Cabildo que se celebró
por la hermandad el 20 de mayo de 1755, y ejerció dicho cargo hasta el 8 de
junio de 1756 (En el libro de Fadul no aparece este Mayordomo). Cuenta general
y corriente seguida por Francisco de
Paula Araujo, de cargo y descargo para la administración de los bienes y
rentas de la cofradía, situada en la Santa Iglesia parroquial de la ciudad de
la Nueva Valencia del Rey, de la cual ha sido Mayordomo nombrado por la
hermandad desde el 8 de junio de 1756 hasta el 8 de junio de 1757. Hay 11
recibos otorgados por concepto de gastos ocasionados en la cofradía.
En los folios 292-326 se asienta la Cuenta
general y corriente que ha seguido el Alférez Luis Antonio Araujo, como Mayordomo Administrador de los bienes y
rentas de la cofradía, electo por su hermandad desde el 31 de mayo de 1757
hasta el 16 de mayo de 1758. Cuaderno manual general y corriente en donde se
hallan asentadas todas las cuentas de cargo y descargo llevadas por Lorenzo José de Loaiza, como Mayordomo
Administrador de los bienes y rentas de la cofradía, desde el 16 de mayo de
1758 hasta el 6 de junio de 1759 (Según Fadul este Mayordomo tuvo un período
comprendido entre 1759-1763). Cuenta general y corriente en donde se hallan asentadas
las partidas de los gastos que tienen hechos Lorenzo José de Loaiza como
Mayordomo de la cofradía. 18 recibos relativos a gastos ocasionados en la
referida cofradía.
En los folios 380-409 se copia las cuentas
llevadas por Lorenzo de Guevara,
como Mayordomo Administrador de los bienes y rentas de la cofradía, desde el 6
de junio de 1759 al 27 de mayo de 1760 (En el libro de Fadul no aparece este
Mayordomo). Copia donde quedan asentadas todas las cuentas llevadas por Lorenzo
José de Guevara como Mayordomo Administrador de los bienes y rentas de la
cofradía. A continuación hay 14 recibos de pago por ciertos trabajos efectuados
en la cofradía. Cuaderno primero en el cual se hallan asentadas las cuentas
dadas por el Alférez José Espinoza
del primer año cuando fue Mayordomo Administrador de los bienes y rentas de la
cofradía, desde el 12 de mayo de 1761 hasta el 1 de junio de 1762 (Según Fadul
este Mayordomo “Alférez José Espinoza y Tejada” estuvo en el período
comprendido 1763-1769).
En los folios 474-506 aparece en el cuaderno
segundo donde están las cuentas que da el Alférez José Espinoza del segundo año
de la administración de la cofradía, desde el 1 de junio de 1762 hasta el 24 de
mayo de 1763. Hay 12 recibos relativos a gastos ocasionados en la cofradía. Cuentas dadas por el Capitán Bernardo Páez, Mayordomo de la cofradía.
Encontramos la manifestación que Francisco
Velos (sic) hace de las cuentas de la Mayordomía de la Cofradía, cargo que
ejerció durante un año. Hay 12 recibos relativos a gastos ocasionados en la
cofradía. Cuenta y razón sacada del cuaderno general y corriente que siguió el
Capitán Luis Antonio Araujo, de
cargo y descargo como Administrador de los bienes y rentas de la Cofradía en la
parroquial de la ciudad de la Nueva Valencia del Rey, electo por su hermandad
el 16 de mayo de 1769. Hay 32 recibos por concepto de gastos ocasionados en la
cofradía. Cuaderno general y corriente que siguió el Capitán Luis Antonio
Araujo de cargo y descargo como Mayordomo de los bienes y rentas de la
cofradía. Hay 27 recibos de pago por trabajos realizados en la cofradía.
En los folios 654-935 aparece la lista de
cargos llevado por Bernardo José Páez,
como Mayordomo Administrador que ha sido de la cofradía durante el tiempo de
dos años comprendido entre el 10 de junio de 1775 y el 26 de mayo de 1777. Hay
43 recibos relativos a gastos ocasionados en la cofradía. Cuenta general y
corriente que sigue el capitán Luis
Araujo de cargo y descargo como Mayordomo Administrador de los bienes y
rentas de la cofradía, electo como dicho administrador el 1 de junio de 1773.
Hay 22 recibos de pagos relativos a gastos ocasionados en la cofradía. Cuenta general de cargo y descargo que formó José Espinoza y Tejada, Capitán del
Batallón de Pardos de la ciudad de Valencia. Como Mayordomo Administrador de
los bienes y rentas de la cofradía, reelecto por su hermandad para ejercer
dicho cargo entre el 16 de mayo de 1780 y el 4 de junio de 1781 (Según el Lic.
Fadul este segundo mandato de Espinoza estuvo en el período comprendido
1777-1784).
Hay 26 recibos relativos a pagos por
trabajos efectuados en la cofradía. Cuenta general de cargo y descargo que formó
el Teniente del Batallón de miliciarios pardos de la ciudad de Valencia, José Espinoza y Tejada, como Mayordomo
Administrador de los bienes y rentas de la cofradía, desde el 20 de mayo de
1777 hasta el 20 de mayo de 1778. Hay 26 recibos de pagos relativos a gastos
ocasionados en la cofradía. Cuenta general de cargo y descargo llevada por José
Espinoza y Tejada como Mayordomo Administrador de los bienes y rentas de la
cofradía. Hay 30 recibos de pago relativos a gastos ocasionados en la cofradía.
Cuenta y razón de cargo y descargo que formó José Espinoza y Tejada como
Mayordomo Administrador de los bienes y rentas de la cofradía, comprendida
desde el 25 de mayo de 1779 hasta el 15 de mayo de 1780. Hay 33 recibos
relativos a trabajos realizados en la cofradía durante el tiempo de dicho
mayordomo.
En otro expediente de cuentas, asignado “Tomo V Cuentas y Cofradías”, lo
resumimos de esta forma: Año 1790 (Folios 1-298): Segunda pieza de cuentas.
Cuenta general de cargo y data de la administración de los bienes y rentas de
la cofradía, situada en la Iglesia parroquial de la ciudad de Valencia, formado
por el Teniente José Francisco Villegas
desde el 25 de mayo de 1790 cuando fue electo Mayordomo hasta el 14 de junio de
1791, cuando fue reelecto por su hermandad para continuar en el mismo cargo.
Hay 28 recibos de gastos relativos a la cofradía. Cuenta general de cargo y
data de la administración de los bienes y rentas del Mayordomo mencionado, del
segundo y tercer año de su administración, corridos desde el 14 de junio de
1791 hasta el 29 de mayo de 1792. Hay 24 recibos de pago por concepto de
diversos trabajos efectuados la cofradía. También aparece las adicciones del
Mayordomo Luis Antonio Araujo de las
cuentas que ha entregado su antecesor el Capitán del Batallón de pardos, José Francisco Villegas, desde el 22 de
mayo de 1793 hasta el 26 de febrero de 1794. El Mayordomo Araujo participa al
Comandante Militar que para efectos que le son convenientes debe hacer
comparecer al dicho capitán para que declare si es cierto que habiéndose
celebrado Cabildo para elegir Mayordomo de la Cofradia en 1793, así quedó
suspenso los bienes depositados por el Capitán Villegas. En las
especificaciones de las adicciones Araujo manifiesta que se le ha hecho saber “una violenta e intempestiva providencia en
que se mandan remitir los autos al Superior Tribunal de su Señoría señor Provisor
y Vicario General, para su determinación”. El Capitán Villegas concede
poder a los señores Andrés Mosquera
y Luis Antonio Medina para que
puedan seguir y concluir el pleito con Araujo en el Tribunal Eclesiástico.
En 1794 (Folios 291-627): Sigue el juicio
anterior. Tercera pieza del juicio de cuentas del Capitán Villegas, del tiempo
de 3 años, 9 meses y 4 días que administró la Cofradía. El Mayordomo Araujo se
dirige al Vicario General suplicando revocar sus poderes y mandar se le conceda
dicha vista por el término del derecho que es justicia. Aparace un auto
mediante el cual don Lázaro Ignacio de
Paiva, Vicario Foráneo, ordena hacer inventario formal de los autos y
diligencias relacionadas con dicho pleito. Encontramos un dato importanre: El
Capitán de Infantería Española, don Salvador
Muñoz, Teniente Justicia Mayor de los pueblos de naturales de la ciudad de
Valencia, concede a Mateo de Rojas,
Oficial de Platero, para que pueda tener en la ciudad una tienda pública de
platería. Siguiendo el pleito anterior, el Mayordomo Araujo presenta su
protesta ante el cura y juez Comisionado por cuanto las diligencias del proceso
se están praticando en la casa de don Diego
Malián, amigo y compatriota del Notario Juan José Ochoa, quien tiene contacto con el capitán Villegas. Andrén Mosquera, apoderado de Villegas,
solicita ratificar ciertas declaraciones de testigos. Informe de don Esteban Valenciano, apoderado de
Araujo, especificando las adicciones hechas a las cuentas.
El Capitán Villegas se dirige al Vicario
General y dice que sustanciada esta causa se le ha pasado el escrito de Araujo
en que pide se le condene en 1.522 pesos, 7 reales. Declara ante el Tribunal
que no debe ser permitido “arrancar al
ramo de limosna a nadie, y menos a los pulperos, como asegura Araujo que lo ha
hecho”, y que le consta que ciertos pulperos arrendadores de limosnas
tienen personas para que les pidan en la ciudad y los campos todos los días del
año, en lugar de los domingos y miércoles señalados por la Constitutición de la
Cofradía. El Fiscal de Obras Pías se dirige al Vicario contestando la vista que
se ha comunicado de los Autos sobre las cuentas que como Mayordomo que fue de
la Cofradía del Rosario y el Espíritu Santo de Valencia, ha dado el Capitán
Villegas, y dice que todas las adicciones puestas por Araujo de la primera
pieza sólo encuentra justa y legales dos de ellas, “las demás adicciones son impertinentes, apoyados de un genio díscolo y
sostenidos en puro capricho”. Don José
Sebastián Orellana, Abogado de la Real Audiencia, envía comunicación al
Vicario General manifestándole que en la oficina del Notario reposan los autos
del pleito de Araujo y Villegas. La sentencia resultó en contra de Araujo y sus
abogados alegan nulidad o reposición de la sentencia.
En 1798 (Folios 629-822): Luis Antonio
Araujo concede Poder a don Nicolás de
Alvarenga y don Antonio Viso
para seguir la causa ante el tribunal. Villegas se dirige al Comandante del
Batallón de Pardos diciéndole que ha sido citado para comparecer a Caracas,
ante el tribunal, por lo cual le suplica hacer constar que no puede comparecer
porque ningún individuo puede apartarse de su respectiva compañía. La sentencia
definitiva revela que se declara sin lugar la nulidad pedida por Araujo. Don José Francisco Fernández, Teniente
Notario de Valencia, certifica que compareció ante el Tribunal el Pbro.
Bachiller Juan Ignacio Diez Velasco,
Vicario Foráneo, el cual declaró que Araujo entregó ante el tribunal
“setecientos y pico” de pesos a que ascendían las costas. Diligencias
praticadas ante el tribunal en cumplimiento de los mandados en el auto de 30 de
enero de 1798. El Dr. Andrés de
Mnzanares, Visitador de este Obispado hace saber al Vicario de Valencia que
en visita de lo presentado por Villegas en los autos sobre cuentas de la
Cofradía se regularon las costas según especificación que de ellas se hacen, y
que ascienden a la cantidad de 5.187 reales.
Los cofrades de las cofradías de Iglesia
parroquial de Valencia serán los primeros colaboradores en la construcción de
un templo duradero. En 1722 se fijaron edictos convocatorios para la Mayordomía
de Fábrica del templo. Se presentaron en oposición el Capitán José Clemente Araujo y el Sargento
Mayor Luis Rodríguez Guzmán,
resultando electo el referido Sargento Mayor. Tres años después, el Mayordomo
Administrador, el Alférez Francisco
Lozano Velásquez, presenta cuenta de la fábrica.
En 1726 queda vacante el curato de Valencia
por el ascenso del Pbro. Pedro Thamarón y Romeral. En la posición del cargo,
queda elegido el Pbro. Francisco de
Grasela. El año siguiente, por el fallecimiento del Pbro. Pedro Rodríguez Baldívez, se elige el
Pbro. José Felipe Martínez.
En 1729 encontramos que los Pbros. Francisco de Ayesterán y José Felipe Martínez, curas de la
Iglesia parroquial de Valencia, presentaron al Teniente Gobernador de Venezuela
al Lic. José López Merchán como
apoderado ante el Tribunal de Caracas, en conflicto con el Sargento Mayor Luis de Guzmán, Mayordomo de dicha
parroquia, quien también presentó como apoderado ante el Tribunal al señor Juan de la Peña y Montalbán. En 1740 fallece el Pbro. Ayesterán, siendo
elegido para el cargo el Pbro. Dr.
Carlos de Herrera.
Ya en 1742 el Pbro. Herrera deja la
parroquia por ascenso, y después presentar oposición del curato, quedó electo
el Pbro. Juan de Mendoza Colmenares.
En 1747 fallece el Pbro. Gabriel Rengifo
Pimentel, Sacristán Mayor de la Iglesia parroquial. Lo desplaza después de
hacer oposición el Pbro. Lic. José
Santiago de Figueroa.
El Gobernador y Capitán de la Provincia de
Venezuela, Gabriel de Zuloaga,
nombra al señor José Luis Felipe,
para que liquide las cuentas de las rentas de la Iglesia parroquial de
Valencia. Asimismo, el señor Obispo de Caracas y Venezuela, Mons. Juan García Abadiano, ordena a
localizar en los Archivos de Valencia el testimonio de Escritura de obligación
y fianza que debió otorgar para la seguridad de las rentas del Hospital de la
ciudad al señor Luis Rodríguez de Guzmán.
En la vida pastoral de la Iglesia
parroquial de Valencia a mitad del siglo XVIII tendrá mucha influencia la
Cofradía de Las Benditas Animas del Purgatorio. En 1752 ejerce como Mayordomo
de dicha cofradía el señor Francisco
Romero, quien fue elegido el 21 de febrero.
En 1754 queda nuevamente vacante la Iglesia parroquial de Valencia por
la promoción al Puerto de La Guaira del Pbro. Dr. José Atienza de Castillo. Después de la convocatoria y oposición
queda electo el Pbro. Dr. Pedro de
Herrera. Asimismo, el año 1755 queda vacante uno de los beneficios de la
Iglesia Parroquial por ascenso del Pbro. Dr. Luis José de Vargas, y quedó
electo el Pbro. Lázaro Ignacio de Payba.
En 1756 encontramos un curioso conflicto en
relación a la celebración de la misa de dos fieles de la Iglesia parroquial de
Valencia, Juan Antonio de Aponte y Miguel Fernández del Rincón; ellos
exponen al Vicario General de la Diócesis algunos puntos en relación a la
celebración de la misa por parte del cura de Valencia, Pbro. Lázaro Paiba. El Pbro. Dr. Pedro de Herrera, abogado de la Real
Audiencia y Cura Rector de Valencia, Juez Eclesiástico y de Diezmos, Comisario
Subalterno de la Santa Cruzada, contesta a la consulta. Por parte del Obispo
dicta sus órdenes, lamentando la falta de reflexión de sus palabras, por lo
cual los amonesta.
En el Libro de Gobierno Nº 2 (1752 (1766)- 1797), de la Iglesia
Parroquial de Valencia, folio 3 vuelto encontramos un Despacho con fecha 2 de
mayo de 1753, acerca de “permitir, como permite el huso de todo genero de
Carnes, de toda las partes de qualesquier ave, y animal para lo pasado, bedadas
en los días simples de Sabado de todo el año, esto es, en aquellos que no son
de Cuaresma...”. Está inserto un Despacho sobre la celebración y requisitos
para contraer matrimonio, por el cual los Curas:
por ningun
motibo ni pretesto, casen, ni presencien por si, ó sus The[nient]es, ú, otros Saserdotes de su licencia, Matrimonio alguno de noche, ni
fuera de las Puertas de su Iglecias Parroquiales... ni tampoco casen
dispensando amonestacion alguna en ningun caso sin dár cuenta primero a su
Señoría Ylustricima ... a exepcion del peligro de muerte tan urgente que no
diere lugar...; y asi mismo para que los Vicarios Foraneos dentro de las dos
dietas, docientos mil pasos de esta ciudad, no resivan informacion
de Solteria de los vagantes, estrangeros, o de partes distantes, ni los
Curas Casen a las tales personas, ni los que aunque sean sus Feligreses, y
oriundos en dho. territorio hubieren estado ausentes fuera de el por tiempo de
seis meses, sin licencia de esta Curia; ... pena de excomunion mayor, Late
sentenciae, ipso facto, incurrenda (…)[38].
En 1759 fallece el Pbro. Dr. Pedro de Herrera, y como era costumbre
de la época se hicieron edictos de convocatorias y se presentaron 23 clérigos
para la oposición, entre las cuales quedó elegido el Pbro. Luis Antonio Méndez Quiñones.
Existe
un Auto de fecha 25 de enero de 1760, que versa sobre diligencias remitidas al
Tribunal Eclesiástico[39] por el Cura de San Juan
Bautista del Pao, por lo cual se aprobó
“lo operado por dicho Cura en no haver pasado a presenciar el
Matrimonio que pretenden contraher Pedro
Martín de Aular y María Seledonia...”[40].
Aular era feligrés del Valle de Canoabo, y María Seledonia era natural de El
Pao y feligrés de Valencia.
Un documento fechado el 12 de junio de 1766, el Capitán Bernardo Joseph Páez efectuó el
reconocimiento de un censo por la cantidad de quinientos cuarenta pesos (540
Ps.), a favor de la Iglesia, para la celebración de las misas de aguinaldo. Al
momento del reconocimiento solicita cargar sobre su persona y bienes la citada
suma, en virtud del censo que dejó Don Salvador
González, para que se celebrasen con sus réditos, las mencionadas misas,
cifra ésta que obtuvo en su poder Don Francisco
Vicente Cazorla[41]. La
exposición precedente nos da una idea de la antigüedad del oficio religioso de
las misas de aguinaldo o la novena del Niño Jesús en las Pascuas de Navidad, en
esta ciudad de origen netamente colonial.
En
este mismo año, el Pbro. Juan Domingo
Córdiva, vecino de Valencia, apoderado del Pbro. Carlos Monagas, se dirge al Previsor y Vicario General del Obispado
para manifestarle que hace años que ejerce el empleo de Mayordomo y
Administrador de las rentas de la Fábrica de la Iglesia de Valencia, pero que
en la actualidad le es imposible “atender
con la vigilancia que desea al cuidado de su administración”, por la cual
solicita sea nombrada otra persona.
Siguiendo con el estudio del mencionado libro de gobierno, encontramos
un Despacho con fecha 25 de noviembre de 1766, que se refiere a los reos que
buscan refugios en los templos parroquiales, puede leerse:
Despacho en el Cual Su Señoría
Ilustrísima Don Diego Antonio Diez Madroñero, Obispo de Caracas y Venezuela,
hace saber que ‘en cumplimiento de dos Cédulas Reales de Su Majestad (que Dios
gue) fechas, una en sinco de Abril de mil Septecientos, sesenta y quatro sobre
la extraccion de los reos que haviendo cometido delitos enormes, y gravícimos
de la clace de los que por notoriedad, y por sus circunstancias se concive que
son de los exceptuados, se refugian al
asilo de la sagrada Ynmunidad, y la otra
de dies y ocho de Abril de mil septesientos sesenta y seis, sobre los soldados
que se retraen en la Yglecia con el fin de deducir desde ellas sus quexas o
pretenciones: mandamos... librar... las presedentes letras... a fin de que
si susediere, que alguno, ó algunos
Soldados se refugiaren a las Yglecias Seculares, ó regulares... sin haver
cometido delito presedente luego que seais requeridos por algunos de sus xefes
Miltares (sic), unais a la de estos buestra dispocicion, para que vajo la caucion que
daran, sean extraidos con el respecto a la Yglecia... Pero
si acaeciere que alguno, o algunos Soldados, u otra persona de qualquiera
estado, calidad que fuere refugiare a la Yglecia, haviendo cometido Omicidio, u
otro delito, mandamos que immediatamente que de éllo sepais, o tengais noticia,
procedais de oficio a inquirir, e indagar por Sumaria Ynformacion de testigos
el caso con todas las circunstancias en el ocurridas, conducente a la gravedad
del delito cometido, y formar concepto sobre la extraccion que deva hacerse
según la dispociciones de dro. y Bulas Apostolicas que corresponde... y con
toda brevedad nos la Remitireis... a efecto de decretar si ha, o no lugar a la
extraccion de los tales Reos quando fueremos requeridos para ellos...[42].
En 1767 muere el Sacristán Mayor de la Iglesia
Matriz de Valencia, el Pbro. José de
Figueroa; para el cargo fue elegido el Pbro. Antonio Remigio Landaeta.
El Obispo Diego
Antonio Diez Madroñero falleció en esta ciudad de Valencia en 1769, cuando
efectuaba su Visita Pastoral, tal como consta en el acta de sepultura:
Oy Savado quatro de Febrero de este
año de mil Septecientos Sesenta y nueve. yo el Dr. Luis Antonio Mendes Quiñones
[Cu]ra Rector de
esta Parroquial de la Ciu[dad] de la Nueva valencia del Rey. Di Sepultura
en la Capilla de Nra Sra del Socorro de ella, con entierro mayor Cantado al
Cuerpo del Yllmo Señor Dr Diego Antonio Dies Madroñero. Dignissimo obispo q[ue]
fue de esta Diocesis, el q[ue] murio recividos los Santos Sacramentos de
la Penitencia, Sagrada Eucaristia y extrema uncion: de q[u]e certifico[43].
En un Edicto de fecha 2 de enero de 1767,
conocemos la noticia de un terrible terremoto acaecido el 21 de octubre de
1765:
(...) con grande consuelo de Nuestra Alma,
tributandole al mismo tiempo las alavansas de sus Misericordias; pues que no
nos consumió, dejandonos enterrados segun en lo natural... la accion de gracia
a Dios, y continuacion de Rogativas,...
cantar en todo los dias de la Semana siguiente a el resivo de este nuestro
edicto, cada Cura en su Parroquia Misa progracianum actione... mas fervorosa
devocion de los Gloriosos San Carlos Borromeo, y San Phelipe Neris, nuestros
protectores, y especialissimos fiadores
y Abogados a quel contra la peste, y este en los terremotos...y ademas de estos
santos Patronos... elijan los Padres, o cavesas de cada familia otro que lo sea
[de la] Casa, y en élla se perpetue, como su defensor...[44].
En este mismo edicto se dispuso, en
cuanto al gobierno de la feligresía con la formación de matrículas, y donde
podemos notar la mentalidad barroca del momento:
(…)
ordenadamente pondrán en primer lugar la calle de la Santicima Trinidad, y
despues las avocaciones de Nuestra Señora en el titulo de cada quadra, Santos
Patronos de sus casas y familias pasando con el mismo orden y formalidad á la
segunda Calle de la Encarnacion del hijo de Dios, de esta á la del Nacimiento
del niño Dios; de esta á la de la
Presentación de el niño en el templo, de esta á la de Santicimo Sacramento, de
esta á la del Corason de Jesus de esta á la de la Oracion en el huerto de esta
á la del Prendimiento de Christo de esta á la de Christo Crucificado de esta á
la del Perdon de esta [a la de] Injurias de esta á la de la Muerte y
Calvario de esta á la de la Resurreccion de Christo de esta á la de la asencion
del Señor y de esta á la del Juicio universal, omitiendo de estos Misterios de
la Vida, Pación, Muerte y resurreccion de Christo, donde tantas calles no
huviere, los que les paresca y añadiendo los omitidos en los intermedios donde
huviere mas...[45].
Para llevar a cabo estas disposiciones
del Obispo, la Diócesis de Caracas y Venezuela contaba con el siguiente clero
secular en territorio carabobeño, en el año 1768[46]: Dos
curas para atender la Iglesia parroquial de Valencia: el Pbro. Luis Antonio Méndez, de 40 años de edad,
oriundo de Caracas, había estudiado en el Seminario Santa Rosa de Lima de
Caracas, se graduó de Maestro de Filosofía y Doctor en Cánones; y el Pbro. Lázaro Ignacio de Paiba, quien tenía 62
años, oriundo de las Islas de Canarias, tenía como Cura de propiedad 36 años, 9
años en el pueblo de Morón, 8 años en la ciudad de Nirgua y los restantes en la
ciudad de Valencia. Había estudiado en el Seminario Santa Rosa de Lima donde
cursó Teología Escolástica y Moral.
En el eje del oriental de Carabobo, la
Parroquia San Agustín de Guacara la atendía el Pbro. Joseph Antonio Sabino Gómez, de 42 años de edad, y 12 años de cura,
antes de venir a Guacara atendió los curatos Carayaca y Naiguatá, y era
bachiller en Filosofía y estudió Teología Moral. En la Parroquia Nuestra Señora
del Rosario de Güigüe, la administraba el Pbro. Eugenio Perea, quien tenía 38 años de edad y 13 años de cura en la
población de Güigüe. Estudió en el Seminario de Caracas Teología Moral. En el
eje occidental, en la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Montalbán, atendía
el Pbro. Antonio Joseph González, de
40 años de edad y 15 años como cura en el pueblo de Montalbán. Estudió en el
seminario de Caracas Teología Moral.
En la zona costera de Carabobo,
el Párroco de la Iglesia parroquial de Borburata era el Pbro. Andrés
Domingo de Vargas, quien tenía 44 años de edad y 19 años ejerciendo el
curato en dicha parroquia; había estudiado en el Seminario Santa Rosa de Lima
Teología Escolástica y Moral. El Cura de San Esteban de Puerto Cabello era el
Pbro. Juan De Ascanio, de 40 años de
edad, y 12 años de cura, y también estudió en el Seminario de Caracas Teología
Escolástica y Moral, y era Bachiller en Filosofía. El Cura de Morón y
Alpargatón era el Pbro. Lorenzo Bayas,
de 34 años de edad y 9 años de cura; estudió en Caracas Teología Moral. Y
finalmente el Cura de Patanemo era el Pbro. Joseph González, quien tenia 34 años de edad y 9 años de cura, y estudio
en Caracas Teología Moral.
En 1773 se convoca concurso para la provisión
de uno de los beneficios del curato de la Iglesia parroquial de Valencia,
siendo elegido el Pbro. Pedro Villamediana.
En 1775 la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro reclamaba
la propiedad de la campana que estaba en la torre del templo parroquial de
Valencia, pues se había comprado con el fin de guardarla para cuando la divina
imagen tuviera ermita o templo. Su Mayordomo, el Comandante Bernardo José Páez, manifestó que la
campana fue costeada por la cofradía, y por ende se mandó que el Mayordomo de
la Iglesia parroquial pagase 192 pesos y siete reales del costo total de la
campana. En 1779, el Teniente de Milicias de Pardos y Mayordomo Administrador
de los bienes y rentas de dicha cofradía, José
Espinoza y Tejada, manifiesta al Vicario y Juez Eclesiástico de Valencia
que la imagen de Nuestra Señora del Socorro no tiene un vestido decente como
corresponde y le hace falta lámpara para su capilla, estandarte y faroles para
las procesiones.
En ese mismo año, el Pbro. Lic. Juan José Mora, a nombre del Pbro. José Antonio Páez, actual mayordomo de
la fábrica de la Iglesia Matriz de Valencia, se dirige al Provisor y Vicario
General del Obispado para solicitar licencia necesaria para la construcción de
una nueva capilla bautismal y la destrucción de la antigua.
En 1776, el feligrés José Manuel Julián de los Monteros se dirige al provisor y Vicario
General del Obispado solicitando la licencia necesaria para crear una Escuela
en una de las casas de la ciudad de Valencia, argumentando que los niños
necesitan de quien les instruya en el catecismo de la doctrina cristiana, y “primeros rudimentos de leer, escribir, y
demás cosas conducentes a la buena educación de la cristiana juventud”.
El Pbro. José Antonio Páez, Administrador de los Bienes de la Iglesia
Parroquial de Valencia, en 1777 solicita licencia para comprar un Órgano para
la Iglesia, indicando que el antiguo no puede componerse por estar muy viejo “y los materiales de que está compuesto, del
todo inútiles y enteramente corrompidos”.
En el libro de gobierno mencionado arriba
se alude por primera vez, que esta ciudad de Valencia se le llama “ciudad de la Anunpciacion de Nuestra
Señora de la nueva Valencia del Rey”. Respecto a una fecha que nos sirva de referencia
toponímica, para ratificarle su nombre y apellido, la tenemos en el folio
número 39 vuelto; esto es importante, ya que de esta forma se aclara la
creencia de algunos historiadores y de otros amantes de la historia que dicen
que a esta ciudad se le denominó Anunciación de Nuestra Señora o Nuestra Señora
de la Anunciación, a partir de la Visita Pastoral del Ilmo. Obispo Dr. Mariano
Martí Estadella[47], realizada desde el 18 de
marzo de 1782. Es parte del tenor escrito en el folio mencionado, lo siguiente:
….proveyó el Ylustricimo Señor Don Diego
Antonio Dies Madroñero... ciudad de la
Anunpciacion de Nuestra Señora de la nueva Valencia del Rey a dies de
Noviembre de mil Septecientos sesenta y siete. Luego, en el folio 40
podemos leer: En la Ciudad de la Anunciacion
de Nuestra Señora de Valencia del Rey, a veinte de Henero de mil
Septecientos sesenta y Ocho el Ylustricimo Señor Don Diego Antonio Diez
Madroñero... en consequencia del Auto proveydo en beinte y sinco de Noviembre
del año pasado de mil septecientos sesenta y siete... en cuya fe doy la
presente que firmo en esta Ciudad de Valencia a veinte y tres de Henero de mil
septesientos sesenta y ocho... (Negrillas mías).
No hay duda que el primer patronazgo de la
Iglesia parroquial y de la misma ciudad de Valencia era “Nuestra Señora de la
Anunciación”, que posteriormente, a mitad del siglo XVIII, es desplazada en el
sentir popular por la avasallante devoción que se venía despertando en la
advocación de Nuestra Señora del Socorro.
En la vida ordinaria de la gente,
especialmente en los asuntos matrimoniales, se aconsejaba lo siguiente: Para
evitar los contratos de esponsales y matrimonios que se efectuaban sin
consentimiento de los padres, abuelos y deudos o tutores, de que resultaban
grandes ofensas a Dios, discordias, escándalos y otros graves inconvenientes en
lo moral y político, se dispuso el cumplimiento de la Real Pragmática de fecha
23 de marzo de 1776:
...los tales... menores de veinte y sinco
años deban... pedir y ostentar el Consejo, y consentimiento de sus Padres, y en
su defecto de la Madre; y falta de ambos de los Abuelos por ambas lineas
respectivamente; y no teniendolos de los dos parientes mas sercanos que se
hallen en la mayor edad... Que esta obligación comprenda desde las mas altas
clases del estado, sin execion alguna, hasta las mas comunes del Pueblo... Si
llegase a selebrarse el Matrimonio sin el referido consentimiento… los que los
contrageren como los hijos, y desendientes que provenieren del tal Matrimonio,
queden inhabiles y privados los efectos siviles, como son el dro. a pedir dote,
o legitimas, y de suceder como herederos forsosos... para que no puedan pedir
en Juicio...[48].
Un Edicto del Obispo Martí, fechado en la
ciudad de Guanare, a 30 de septiembre de 1778, para su debido cumplimiento
expresa:
hemos
encontrados algunos abusos por no observarse en diferentes puntos lo que aserca
de éllos está dispuesto... lo prevenido en el Sagrado Concilio de Trento...
mandamos principalmente a los Curas y sus Tenientes, así de españoles, como de
Doctrineros de Yndios y Micioneros ...
guarden en lo venidero... que en cada Yglecia, haya los sinco (sic) Libros que debe haver: Uno de
Bautismo, otro de Confeciones, otro de Entierros, y otro de Statu Animarum, de
suerte que este ultimo, contenga la
universal descripcion de sus feligreses,
poniendo en él con claridad, y distincion, los de cada familia, los que son de
sola confecion, y notando lo que estan admitidos a la Sagrada Comunion, los que
estan confirmados, y los que han mudado Domicilio y vecindad...[49].
Este Edicto revela una de las razones por la cual no poseemos algunos
libros parroquiales, y es que los Curas y sus Tenientes no cumplían con la
obligación de llevar al día dichos libros. El 18 de marzo de 1782, llegó a la Ciudad de la
Nueva Valencia del Rey, el Obispo Mariano Martí. En esta visita él señala los
linderos de la Parroquia de Nuestra Señora de La Anunciación:
consiste en diez Leguas de Oriente a Poniente, y diez y seis de Norte a
Sur, poco más, o menos: Al Oriente confronta con el Pueblo de Los Guayos,
distante Legua, y media; al Poniente con el Pueblo de Montalván del Vicariato
de la Ciudad de Nirgua, distante quince Leguas; al Norte con el Pueblo de
Guaiguáza del Vicariato de Puerto Cabello, distante nueve Leguas, poco más, o
menos, en que intermedia una alta Cerrania; y al Sur con el Pueblo del
Tinaquillo del Vicariato de la Villa de San Carlos, distante once Leguas[50].
En este extenso territorio parroquial había
1.082 casas, con unas 1.264 familias y un total de 7.237 habitantes sin
distinción de castas. En el cuidado pastoral había siete Sacerdotes Seculares,
inclusive los dos Curas y el Sacristán Mayor. Entre los años 1767 a 1782 no se
había revisado el estado de cuentas de la fábrica de la Iglesia y de los Libros
Parroquiales:
Se recivieron Cuentas a los tres
Mayordomos que Succesivamente havian administrado las expresadas rentas de
Fabrica desde Marzo de mil setecientos cinquenta y seis, que no se havian
aprobado algunas, por que aunque en el mil setecientos sesenta y siete, comenzó
a practicar su Pastoral Visita en esta Ciudad el Illmo. Señor Dn Diego Antonio
Diez Madroñero immediato antecesor de Su Señoría Illma, no se recivieron
Cuentas en ella, ni aun se visitaron los Libros Parroquiales, por haver llegado
enfermo dicho señor Illmo, y fallecido despues de una dilatada enfermedad el
dia tres de Febrero del año de mil setecientos sesenta y nueve…[51].
El
Obispo Martí menciona en su Visita Pastoral los siguientes libros más antiguos,
cuando visitó la Cofradía del Santísimo Sacramento, el 22 de marzo de 1782, y
encontró “que en el único Libro
antiguo que existe se hallan cuentas del año de mil seiscientos, y sesenta, y
algunos asientos de hermanos”[52]. Ya
para esta época habían desaparecido muchos libros o documentos anteriores a esa
fecha. Luego visitó la Cofradía de la Inmaculada Concepción, en donde:
Solo se han conservado tres
Libros antiguos, los dos de Cuentas, y el uno de asientos de hermanos; y de
ellos consta que esta Cofradía fue fundada con el Titulo de la Inmaculada
Concepción de Nuestra Señora, y que despues
se le agregó la Cofradía del Rosario por el Illmo Señor Dn Frai Juan de
Bohorques con facultad del Reverendíssimo Padre General del Orden de Santo
Domingo: Que en veinte y tres de Octubre del año de mil seiscientos ochenta y
seis fue visitada por un Comisionado del Illmo Señor Dn Diego de Baños
Dignissimo Obispo que fue de esta Diocesis…[53].
El
Pbro. Antonio Páez, “Teniente de Vicario Foráneo de la Nueva Valencia del Rey”,
recibe facultades del Obispo Martí para visitar el Oratorio del Valle de
Chirgua, acompañado del encargado, el Pbro. Lorenzo Blanco, quien era hijo doña Isabel Clara de Herrera, dueña de la hacienda donde estaba ubicado
el oratorio. En el inventario se encontró:
(…) Entre las cosas revisadas están la Sta. Cruz del mismo altar, un cáliz
de plata con la copa dorada, una patena y una alacena que está inmediata al
altar, embutida en la pared en que se guarda los libros y papeles de este
oratorio y habiéndola abierto, no halló ningún libro, ni papeles y pregutando
el referido Pbro. Contestó, no los ha habido nunca a pesar de que se bautizaba,
se preciaban matrimonios y se sepultaban difuntos con expresa licencia de los
curas rectores….[54].
Volviendo
a la Parroquia de Valencia, el Obispo Martí realiza inventario de los libros parroquiales:
“se visitaron los Libros de Bautismos,
Casamientos, y Entierros, reconociéndose las partidas que en ellos se han
extendido desde la citada Visita del año mil setecientos quarenta y cinco…”[55]. Un
despacho fechado el 1 de junio de 1782, dado en “nuestro Palacio Episcopal
de la Ciudad de Valencia”[56]
por el Obispo Mariano Martí, ordena: “Para que los curas... y otro
qualquiera Sacerdote que residiere en esta Parroquia, guarden gravedad,
circunspeccion, y modestia en su porte: les ordenamos, y mandamos, que fuera de
sus casas, y en publico, anden siempre con cuello y ropa talar negra, que
manifiesten su estado y buen exemplo al Pueblo...”[57].
Se ordenó también formar: “un Libro de asiento de todas las pias
fundaciones, á sí de Misa cantadas, y resadas, como de los legados
condicionales á favor de la Yglecia...”[58]
Se exigía prevalencia a la moralidad; se combatía la promiscuidad; a tal efecto
veamos la siguiente disposición:
Por quanto ha llegado a nuestra noticia... que los Padres permiten
tratarse los hijos, é hijas ya adultos de una familia con los hijos, e hijas de
otras con el motibo de ser entre si parientes persuadiendose que el parentesco
le da livertad para un trato lisencioso de lo que se siguen muchisimas ofensas
contra la Divina Magestad: Ordenamos y mandamos a los Padres de familias, que
pongan el mayor cuidado y esmero en prohivir semejante comunicacion; y al mismo
fin de evitar pecados; no deberán consentir que sus hijos, e hijas... en
llegando a la edad de la discrecion, duerman en una misma pieza, y mucho menos
en una propria (sic) cama... Para evitar las obscenidades de palabras y acciones lisensiosas
entre los que han combenido casarse les prohivimos, el que el uno entre á la
casa del otro, vaxo la pena de quatro rreales por cada vez que se contraviniere
a esta prohivicion que deberan cobrar los curas para la fabrica, o sacristia...[59].
Respecto a los
cadáveres, estaba dispuesto “que antes de las beinte y quatro horas, no se
entierre los cadaveres menos en un caso particular que sus circunstancias no
permitan esta dilación”[60].
Y sobre las Primicias, impuesto que se debía retomar en los labradores, se
asentó:
Siendo las Primicias de los frutos de la
tierra un reconocimiento especial que se consagra a Dios, y cuya paga debe por
derecho hacerse a los Parrocos que corresponden con las Oraciones y
sacrificios... Entendidos de que la mayor parte de los Labradores de este
feligresado no las pagan... Mandamos que... pagen dichas Primicias (a excepcion
del Cacao por haver pleito pendiente) de todos los demas frutos que cogieren
segun por antiguicima costumbre
se observa en los demas lugares de este Obispado, de cuyo modo quedarán... exoneradas las conciencias de los
mismos Labradores...[61].
Y acerca de la moral y buenas costumbres
de la mujeres, tenemos como referencia: “informados de que muchas Mugeres no
solo entran a la Yglecia con redecillas, las sayas altas, y poco tapados los
pechos, si no aun lo que es mas reprehencible, y abominable que con esta misma
profanidad se lleguen al confisonario, y aun á la Sagrada Mesa de la Comunion
Eucaristia: Ordenamos que los Curas... amonesten y reprehendan severamente
estos usos tan impropios al recato...”[62].
Con relación a la falta de respeto a los altares y a la antiquísima devoción de
la Santa Cruz realizada por los mulatos o zambos o negros, llamada gente común,
se menciona:
(…) informados de qe en las casas fuera
de esta Ciudad, y en los campos del territorio de esta Parroquia con pretesto
de debocion á la Santicima Crus de la fiesta de su Ynvencion, se hacen Altares,
a que con motivo de velarla concurren asi de dia, como principalmente de noche,
personas de ambos sexos de cuya mexcla y confucion resultan Bailes vevesones, y
otros excesos lamentables en que pasan las noches... prohivimos los mencionados
velorios de la Santicima Cruz...[63].
Esto fue lo dispuesto en la Visita Pastoral
del Ilmo. Obispo Martí; su Secretario y Notario de Visita fue Joseph Joachin (José Joaquín) de Soto Las medidas anteriores se
complementan con esta:
Por quanto
es notorio las frecuentes embriagueses de muchas personas de la gente comun de
esta Ciudad y su territorio, ocasionadas de la bebida del guarapo que se
permite vender en tiendas publicas, con tal fortalesa que los que usando de
dicha bebida llegan a perder el sentido, con notable daño de su salud
espiritual y temporal... y mediante a que para reprimir este desorden, y abuso
no han vastado las exortaciones de los curas... Pongase en noticia del Señor
Governador y Capitan General de esta Provincia...[64].
Estas medidas eran muy frecuentes en los
pueblos carabobeños. Acerca del Archivo parroquial, el Obispo Martí dispuso:
... transcriban autenticamente en este Libro
todos los Edictos, Despachos, y providencias de govierno que se libraren con el
t[iem]po cuios originales que deban existir en el Archivo de esta
Iglesia, irán acumulando por el orden de sus fechas a los hasta ahora
expedidos, de que formarán un Legajo, ó mas con cubierta correspondiente en modo de Libro que se
custodiará en dicho Archivo con los demás parroquiales, teniendo especial cuidado de recorrerlos y sacudirlos generalmente con
frecuencia para evitar la introduccion del comegen, ó Polilla, con
apercivimiento de que se les hará cargo en visita, ó fuera de ella... Valencia
a primero de Junio de mil setencientos ochenta y dos... Mariano Obispo de
Caracas” (Negrillas del autor)[65].
En 1785 fallece el Pbro. Lázaro Ignacio de Paiva, y como
costumbre de la época se libraron edictos de convocatorias, donde se
presentaron nueve opositores, de los cuales fue elegido el Pbro. Joseph Antonio Callejón.
En 1787, un grupo de
devotos de la parroquia de Valencia manifiestan su iniciativa de crear la
Cofradía “Nuestra Señora de Aránzazu”. Asimismo mandaron a construir una imagen
de dicha advocación a similitud de la aparecida en el Monte y laderas de Alona,
jurisdicción de la Villa de Oñate, España, la cual colocaron dicha imagen
provisionalmente en el Convento de San Francisco, con el fin de construir una
capilla u oratoria “en la parte del
poniente, inmediato al lugar que llaman Los Corrales, a la salida del Camino
Real para la tierra adentro, en cuyas inmediaciones habitan algunos vecinos”.
En 1788 hubo un intento de crear la
Parroquia Eclesiástica “Nuestra Señora del Carmen”, en el sitio de Las
Manzanas, territorio asignado a la Parroquia Eclesiástica de Tocuyito. Los
feligreses Blas de Lamas, Comisario;
Bartolomé Cazorla, el Capitán Carlos Monagas y Windevoxhel, “vecinos
del otro lado del río Pao”, manifestaban al Vicario y Juez Eclesiástico de la Santa
Cruzada, Pbro. José Antonio Páez, lo
siguiente:
…del prejuicio de no poder disfrutar del
pasto espiritual, por tener una legua de distancia de sus haceindas en los
valles de Paya, Mucayra, Queipa, Aguacates y maruria a la ciudad y al nuevo
pueblo de San Pablo una legua más y porque en tiempo de invierno son dos leguas
de barriales y dos ríos de por medio, que son el Pao y el Guataparo… Por
todo lo expuesto, los señores referidos, piden a S. S.: ser desmembrado del
Curato de San Pablo y hacer su iglesia en el sitio de Las Manzanas con el
título de Ntra, Sra. del Carmen, sin perjudicar al nuevo Curato de San Pablo,
ya que su feligresía consta de 1.520 almas… (…)[66].
A pesar de los argumentos y los testigos
presentados (Subteninte Pedro Lorenzo
Guevara, Félix Páez y Teniente
Coronel José Cornelio Hidalgo), el
21 de mayo del mismo año, reciben respuesta que “dicho sitio corresponde al territorio señalado a la nueva Parroquia de
San Pablo… por tanto no hay lugar por ahora la erección de dicho Curato”.
En
Auto fechado 20 de septiembre de 1788, copiado por el mismo Pbro. Callejón,
tenemos una carta orden con este texto “consequente al Real Decreto de S. A”,
expresando:
La Real
Audiencia de esta ciudad en Auto de dose de Henero, ultimo, y primero del
corriente febrero ha acordado que... los Parrocos... que asienten las Partidas
de los casamientos, y Bautismos de personas Blancas, y sus hijos, sean o no
sirvientes, en Libros determinados a estos fines, sin mescla de otras personas,
y sin la expreccion superflua y equivoca de Gente de servicio que para los
Mulatos sambos, y demas castas tengan otros Libros distintos, en que asienten
las Partidas de Bautismos, y Casamientos de los Esclavos; sin que en este Libro
pueda mesclarse otra especie de Personas...[67].
Sabemos que los Párrocos no cumplieron
cabalmente con este mandato, pues el mestizaje biológico y cultural era
abrumador ante la nueva cultura emergente. Este otro párrafo es de gran
importancia en cuanto a las transformaciones que va sufriendo el templo parroquial,
y su tenor puede leerse en los folios 91 vuelto al 92:
Caracas. dose de julio de mil septecientos
noventa y dos. Visto con lo informado por el Vicario Foraneo Juez Ecco. de la
ciudad de Valencia: no ha lugar a la pretencion del Bachiller Dn Antonio
Landaeta Sacristan Mayor de aquella Parroquial: Mantengase al pie de la Cruz de
Jesucristo Crucificado en el nuevo Tavernaculo sostituido el antiguo que tenia
la misma Yglecia, y en el Altar en que
ella siempre se ha venerado la Ymagen de la santicima Virgen Maria, en el
Misterio de sus Dolores como propria que es dicha Yglecia. Pero si el referido
Bachiller Dn Antonio Landaeta sin perjuicio de la colocacion y culto publico,
ya dado a la expresada Ymagen de Dolores quiere (como se espera) continuar en su
devocion a la de la Soledad que recientemente ha manifestado, y colocarla en la
Yglecia para la publica veneracion, podra hacerla, prosediendo la anuencia de
sus Curas y del mencionado Vicario... Doctor Luis Antonio Mendes Quiñones. Ante
mi Francisco Antonio de Sanz, Secretario de Cavildo.
Podemos observar ahora algunas
Licencias de Hábito conferidas por el Obispo Fray Juan Antonio:
Nos el Doctor Don Frai Juan Antonio de la
Virgen Maria Viana... Por quanto por Ynformacion que hante nos ha presentado
Dn. Jph. Franco Melian hijo legítimo de Dn Diego Melian y de Da Maria Josefa
Quiñones... nos consta su legitimidad limpiesa de sangre, buena vida y
constumbres. Por las presentes le consedemos nuestra lisencia para que pueda
vestir, y vista los havitos clericales, y le encargamos que en todo se porte
con la compostura y modestia...; y le acignamos la Yglecia Parroquial de la
ciudad de Valencia, donde a cudirá con esta nuestra Lisencia a su Cura Rector
para que tome rason de élla: sin que en el interin pueda usarla; ni le valga:
hacistiendo de sobrepellis y bonete... Dada en proprio Palacio Episcopal de
Caracas... a nueve de Noviembre de mil setecientos noventa y tres. Frai Juan
Antonio Obispo de Caracas[68].
Posteriormente, el 4 de julio del siguiente
año, se dio licencia para el mismo fin, a don Joseph Francisco Tegera, hijo legítimo
de don Francisco Tegera,
y de doña Ramona Dias, asignándosele
la misma Iglesia Parroquial[69]. La tercera licencia se
concedió el 7 de octubre de 1794, resultando beneficiado don Domingo Armas Padrón, hijo legítimo de
don Juan Armas Padrón y doña Isabel Ramos Cancines[70].
En 1795 fallece el Pbro. Callejón, y el
Obispo Juan Antonio de la Virgen María
Viana mandó fijar los edictos convocatorios, y fue elegido el Pbro. Francisco Antonio Hidalgo.
El 20 de junio de1795, el señor don Pedro Carbonell, Mariscal de Campo de
los Reales Ejércitos, Presidente Gobernador y Capitán General de esta
Provincia, participa que la Iglesia parroquial de Valencia se encontraba vacante:
haviendo visto la carta consulta del...
Doctor Dn Juan Antonio de la Virgen Maria Viana... por lo que participa... que
hayandose vacante uno de los beneficios curados de la Yglesia Parroquial de la
ciudad de Valencia por fallecimiento del Bachiller Jph. Callejon... se
expidieron... Edictos... hicieron opocicion entre otros el Bachiller Don
Francisco Antonio Hidalgo, el Presvitero Dn Lorenso Lovera, y el Doctor Don
Andres Tovar... comparecieron... a examen Sinodal de que obtubieron aprovación,
por lo que se sirve su Señoria Ylustrisima, proponer para dicho Curato, a los
tres opositores, nominados por el orden, referido para su presentacion: en cuya
inteligencia su señoria... elige al referido Bachiller Don Francisco Antonio
Hidalgo...[71].
En las Oficinas Generales de Real Hacienda
se tomó razón “quedando satisfecha en ella el importe de quarenta y nueve
pesos, real y medio de mesada Eclesiástica...”. El 30 de junio del año citado, “en el Pueblo de la
Vitoria”, ante don Francisco
Albunguergue, Teniente Coronel de los Reales Ejércitos, Sargento Mayor de
Milicias, Comandante Militar de los Valles de Aragua, y Teniente Justicia Mayor
de ese pueblo, compareció el Bachiller don Francisco
Antonio Hidalgo, Cura Doctrinero del pueblo de San Mateo, y dijo:
que su Señoría Ilustrísima, se ha servido,
colocarle en el Curato... en la Yglecia Parroquial de la ciudad de la nueva
Valencia del Rey... y desiando tomar posecion de dho. curato, e, impedirselo
algunos embarasos con que se halla... da todo su poder... el Presvitero
Bachiller Dn Pedro Hidalgo, y por su falta al Señor Cura Bachiller Dn Pedro
Villamediana... para que a su nombre...
tome y aprehenda la Real, actual, y Corporal Posesion, sea quasi de dicho Curato
haciendo los actos que le denoten, judicial,
o extrajudicialmente[72].
El 3 de noviembre de 1795, el Pbro. Hidalgo, Cura Rector de la Santa
Iglesia Parroquial de esta ciudad, requirió de doña María Antonio Páez como heredera del Bachiller don Joseph Antonio Páez; a don Francisco y a doña Rita Cazorla, como herederos del Bachiller don Bartolomé Cazorla; y, a Don Gerónimo
Rodríguez Callejón y a doña Lauriana
Callejón, herederos del Pbro. Joseph
Antonio Callejón, presentaran las
respectivas cuentas que los dichos llevaron como Mayordomos interinos de la
Fábrica de esta Iglesia Parroquial[73].
Hechas las diligencias, quedaron en conocimiento los afectados.
El
Obispo Fray Juan Antonio, en una carta con fecha 27 de mayo del citado año,
explica la razón por la cual poseemos dos copias del segundo libro de Gobierno
en la Iglesia Matriz de Valencia, deja esta constancia:
Estoi
informado que el Bachiller Don Antonio Jph Callejon, y su antecesor en la
administracion de la Fabrica de esta Yglecia, Don Bartholome Casorla, murieron
de enfermedad contagiosa de Lazarinos, de resultas del manexo de los Libros de
ella qe quedaron infestados por fallecimiento de Don Jph Antonio Paez. Para
evitar, en lo succesivo semejantes desgracias, prevengo a Vmd que valiendose de
Notario copie en testimonios las providencias y demás que contengan dichos
Libros usando de las posibles precauciones para no contaminarse, y concluido
quemarlos imediatamente; quitandose desde luego el uso de la piesa donde hayan
estado, y tomando todos los posibles adbitrios para desarraygar el peligro que
con el tiempo se pudiese aun siquiera sospechar...[74].
El Obispo Fray Juan Antonio expresaba, en
letras dadas en Caracas el 19 de diciembre de 1796, que “porparte del Mayordomo, y hermanos de la
Cofradia de Nuestra Señora del Socorro, establecida por el gremio de Pardos
libres de la ciudad de Valencia en su Yglesia Parroquial”, se le había
representado, en presentación de documentos, que por sus Constituciones
(aprobadas y confirmadas en Real Cédula
de fecha 26 de noviembre de 1752) el establecimiento de esta Cofradía en
aquella Iglesia era en calidad de depósito mientras adquirían u obtenían
edificio para su Iglesia. La Cofradía participaba tener rentas sobrantes. Por
lo tanto:
se ha
servido prestar, como Vice Patrono Regio, su consentimto en Auto de Diez y seis
del mismo mes; Por las presentes Concedemos licencia para que en la referida
ciudad de Valencia se edifique un templo en calidad de Yglesia filial... con
bastante capacidad, y de materiales fuertes, y de duración, Conforme al Plan
que por Auto de este dia hemos mandado se levante por Arquitetos, vajo la
imbocacion, y titulo del espiritu santo,
y de Nuestra Señora del Socorro, adonde a su tiempo se trasladará la espresada
Cofradía, sus imagenes, y Altares... y damos la facultad necesaria al Vicario
foraneo de dha. Ciudad de Valencia para la vendicion del terreno, e imposicion
de la primera piedra... El día veinticuatro de abril del año
siguiente, el Cura Rector Juan Antonio Hidalgo pasó al solar contenido en la diligencia de doce de Enero de este
presente año (No está asentada la mencionada diligencia). en que consta el reconocimto de aquel sitio;
y puesto de sobrepelliz y estola vendijo el terreno sobre que ha de fundarse la
Yglesia... e impuso la primera piedra... el Notario doy fe, Como tamvien de
haver quedado puesta una Santisima Cruz de madera en el propio sitio vendecido[75].
El origen y los avatares que va tener
esta obra de construcción de la Iglesia filial, se remonta al día 13 de enero
de 1797, cuando el Capitán del Batallón de Pardos, Eusebio López, por permuta efectuada le cedió a la mencionada
Cofradía una “casa y solar” para que ésta construyera el templo para la
colocación de sus imágenes. En esa misma fecha, María Josefa Gutiérrez le vendió a la Cofradía por el precio de 25
pesos, cuarenta varas de solar con el mismo fin de construir el templo,
interponiendo la precisa condición de que se le diese sepultura a ella y a sus
descendientes en el lugar. El 9 de junio, Juan
Pedro Borges, Maestro Alarife de la Républica, recibió de la Cofradía la
cantidad de 3 pesos por haber alineado y repartido el terreno donde de
fabricaría la Iglesia de Nuestra Señora del Socorro.
Ese mismo año, el Mayordomo Dr. José Sebastián Orellana solicita
licencia para la erección de la Iglesia filial. Se concedió la licencia
solicitada para llevar a efecto lo pedido. Todos los componentes del cuerpo de
la Cofradía en cuestión hacen un pedimento al Capitán General manifestándole
que en virtud del permiso que les fue concedido para la creación de un templo
en la propia ciudad de Valencia, ellos ordenaron levantar un plano y eligieron
el terreno en el lugar más apropiado, pero es el caso que el Vicario ordenó al
Mayordomo la suspensión de los trabajos y le manifestó que eligieran un nuevo
terreno en otro sitio, a pesar de que el sitio estaba aprobado por los
comisionados. Manifiestan que se dirigen al Vicario quien como Vice-Patrono
Real toca el conocimiento de esa materia y se sirva tomar las providencias
necesarias a fin de que no se perjudique la cofradía y pueda ser construida la
Iglesia de Nuestra Señora del Socorro en el sitio ya elegido. El Gobernador se
dirige al Vicario y le manifiesta que deben solucionar amigablemente la
controversia sobre el terreno y aceptar el sitio previamente aprobado por los
comisionados.
En ese mismo año fallece en la ciudad de
Valencia el Pbro. Francisco Hidalgo.
Se le otorgó el beneficio al Pbro. Juan
Ignacio Diez Velasco.
En 1798 el Teniente
Coronel Francisco Ramón Páez
manifiesta que tiene una posesión de tierras en el valle de Guataparo, en que
tiene fundada una arboleda de cacao y hacienda de trapiche y en ella suficiente
número de esclavos para su beneficio, y que debido al invierno y las crecidas
de los ríos Tocuyo y Guataparo queda imposibilitada su familia, al igual que
muchas otras personas, de cumplir con el precepto de oír Misa, por la cual
solicita la licencia necesaria para construir un oratorio en su hacienda. El Pbro. Bachiller José Antonio Páez recibe licencia para bendecir dicha
hacienda.
V
Antes de concluir este
segundo período, no podemos dejar de mencionar las parroquias creadas en tierra
carabobeña. Al principio del siglo XVII se crea la parroquia de San Agustín de Guacara. En sus inicios fue una
encomienda de españoles que pronto se convirtió en “Pueblo de Indios”, y
posteriormente, como era habitual de aquel tiempo, pasó a ser “Pueblo de
Doctrinas” o Iglesia parroquial. Es difícil, siendo lo más objetivo posible,
llegar, por ahora, a una fecha de Erección Canónica de la Parroquia, pues, como
muy bien lo afirmaba el historiador carabobeño Torcuato Manzo Núñez: “es un
grave error cometido por muchos de nuestros historiadores que confunden la
existencia de cuadernos de bautismos en las Iglesias de algunos pueblos, con la
erección de esas mismas Iglesias en Parroquias”[76]. Sin embargo, el mismo autor llega a decir que el Arzobispo Ibarra
“dispuso que el pueblo de Guacara no fuera más Doctrina de Indios… y lo elevó
a parroquia el 8 de octubre de 1803”[77].
No sabemos por qué llega a esta conclusión
dicho historiador, cuando en la Visita Pastoral el Obispo Martí, el 29 de
octubre de 1781, menciona que la Iglesia es Parroquial: “La Iglesia Parroquial de este dicho Pueblo de Guacára está dedicada a
San Agustín…”[78]. Es
más, en esta misma fecha ya no se menciona el tercer anexo de la futura
Parroquia San Joaquín de Mariara, que es la primera desmembración de la
Parroquia de Guacara. A diferencia de los pueblos de San Diego y de Los Guayos,
no existía una Iglesia en el sitio de Mariara o en el sitio de Cura, sino un
Oratorio privado. Igualmente, esto lo podemos verificar cuando se dice que “en la supradicha Iglesia Parroquial celebró
Confirmaciones Su Señoría Illma, y confirmó mil quinientas y treinta personas,
á que agregadas cinquenta y dos que tambien confirmó en el Supradicho Oratorio
del Sitio de Cura; y quarenta y quatro que assimismo Confirmó en el Oratorio
del Sitio de Mariára de este Territorio Parroquial…”[79].
Ante esta dificultad, al no poder fijar
una fecha exacta de la Erección Canónica de la Parroquia, no podemos rechazar
otras hipótesis - aunque en la historia no podemos presumir nada -; por
ejemplo, en un informe elaborado por el Pbro. Delfín Lozano en 1929, en cuyo título leemos: “Datos curiosos obtenidos por un detenido estudio de todo su archivo y
tradiciones cuidadosamente recogidas de personas honorables por el Pbro. Dr.
Cesar L. Castellanos”, se señala lo
siguiente:
Perdido en grán parte el archivo antiguo de
esta parroquia conservase afortunadamente parte de un libro de Gobierno
comenzado el año de mil setecientos sesenta y seis y fué hecho por mandato del
Ylmo. Señor Dr. Francisco Diez Madroñero en Sta. Pastoral Vicita al cura propio
que lo era el Br. Dn. José Ato. Sabino Gómez. En ese documento importanticimo
hay datos acerca del origen de esta parroquia y sus curas en el siglo XVII. Fué
erigida canónicamente antes del año de mil seiscientos veinticuatro (1624) y la
formaban junto con Guacara los pueblos de S. Antonio de los Guayos y San Diego,
siendo su primer cura el Pbro. Dr. Manuel Pèrez…El primer templo que hubo aquí
era muy regular y estaba dotado de ricas alhajas según se deduce del primer
inventario que se conserva en el Archivo hecho el año de mil setecientos
sesenta y cinco por el Padre Muñoz y aunque se encuentra muy roto y comido he
podido leer con gran dificultad[80].
Con este texto se vuelve a poner en el
tapete la cuestión de la fecha de fundación de la Parroquia. En nuestro Archivo
no existe la parte del Libro de Gobierno e inventario a que se hace referencia
en el texto antes citado. Lo más probable es que se haya deteriorado por factor
tiempo, o dañado por trazas o comejenes.
En el eje occidental de Carabobo se crea
la Parroquia San José de Canoabo. Cuando
llegó el Señor Obispo Mariano Martí en la Visita Pastoral practicada el 22 de
noviembre de 1781, la mayoría de los fieles eran pardos libres. Esta Parroquia
pertenecía al Vicariato de la ciudad de Nirgua, y tenía como territorio “seis Leguas de Oriente á Poniente, y cerca
de cinco de Norte á Sur: al Oriente con declinacion al Sur confronta con la
Ciudad de Valencia, distante mas de quince Leguas; al Poniente con declinación
tambien al Sur con la Ciudad de Nirgua, distante por linea recta doce Leguas;
al Norte con el Pueblo de Uráma, distante ocho Leguas; y al Sur con el
supradicho Pueblo de Moltalván…”. En este extenso territorio parroquial
había 191 casas, con 230 familias y un total de 1.122 habitantes, sin
distinción de castas. Lo más antiguo que encontró el Señor Obispo Mariano Martí
fue“un Libro de Matrimonios, que no se
sabe si es el primero, cuyas Partidas comenzaron en diez y ocho de Mayo de mil
setecientos, y doce, siendo Cura un Presbytero Secular, quien en la inscripcion
del mismo Libro apuntó que havia entrado al exercicio de tal Cura el año de mil
setecientos, y once…”[81].
De esta anotación del Señor Obispo
Mariano Martí, llegó a la conclusión el historiador Torcuato Manzo Núñez: “Damos por seguro, debido a la
incuestionable autoridad del Obispo Martí, que
el primer Cura de Canoabo fue, a raiz de su fundación en 1711 el Pbro.
Don Andrés Páez de Bargas”[82]. Para el historiador Dr. Ambrosio Perera, la
anotación hecha por el Obispo Martí “No quiere decir esto que el pueblo
estuviese constituido ese año, pues bien podía tratarse de un cura capellán o
de un párroco del valle que prestase a sus moradores los servicios religiosos
en una capilla o iglesia del lugar”[83].
También encontramos la parroquia Nuestra Señora del Rosario de
Güigüe, que debió pasar por el mismo proceso explicado en el origen de la
Parroquia de Guacara. Al principio sus primeros habitantes fueron españoles con
sus encomiendas, hasta darse las condiciones indispensables para la creación
del “Pueblo de Doctrinas”. Desconocemos su fecha de erección canónica. Pero por
su vieja data es la tercera Iglesia parroquial de la Arquidiócesis.
El Libro de Bautismos más antiguo, abarca
el período comprendido entre los años 1724 – 1743[84]. Faltan los dos primeros
folios, y en el número 3, en su parte superior, el asiento corresponde a una
partida que viene desde el folio anterior, ignorándose por lo tanto el nombre
del bautizado. Las partidas se inician así: “En el Valle de Guigue
Juridicion de la Nueba Valencia”, y las primeras las firma el Licenciado “Matheo
de Oxeda y Armas”, Cura Capellán de la Parroquia de Nuestra Señora del
Rosario.
A partir del 23 de julio de 1724 hasta el
13 de enero de 1726, están firmadas por el Cura Capellán Pbro. Nicolás Pardo de Lago. El 5 de octubre
de 1726 firma el Cura Capellán Pbro. Miguel
Silueta. Como Cura Interino se menciona al Pbro. Andrés Núñez, el 8 de abril de 1727; en esta constancia
aparece el nombre de la Parroquia como Curato de Occidente. El 27
de diciembre de 1727 aparece como Cura Interino el Pbro. Marcos Pereyra, Comisario del Santo Oficio. Como Cura Capellán el
Agustino Fray Carlos Alfonzo Montes de
Oca, el 11 de julio de 1728. Para el 17 de noviembre de 1730 tomó posesión
del Curato como Cura Capellán, el Pbro. Francisco
de Grezala y Aguirre. El 8 de abril de 1731 aparece como Cura Capellán el
Pbro. Pedro Regalado de Medina.
Otra parroquia del Occidente de Carabobo es
la Parroquia Nuestra Señora la
Inmaculada Concepción de Montalbán. La actual Cronista del Municipio
Montalbán, Profesora Mary Acuña, ha
realizado una gran labor sobre los orígenes de esta parroquia. Con referente a
la fecha de Erección Canónica, la cronista consulta el Archivo Arquidiocesano
de Caracas, carpeta 55, sección parroquias, y presenta el siguiente texto: “La
Iglesia tarda 4 años en edificarse –1732-1736 - y fue bendecida antes de
ser terminada su construcción. La autoridad eclesiástica autorizó su bendición
antes que finalizara su construcción y en el mismo sitio de la fábrica bajo
enramada previamente adornada tuvo lugar la celebración de una misa, 23
de junio de 1733 en que se elevó a Parroquia Eclesiástica y se
realizaron bautizos”.
Hemos
visto en el estudio de las primeras parroquias, que, a partir del siglo XVIII,
se venía dando un crecimiento vertiginoso de la población. Según las encuestas
hechas por el titánico obispo Martí en su visita pastoral, a finales del siglo
XVIII había 2.235 casas, 2.598 familias y 15.396 habitantes en todo el
territorio carabobeño, en lo que actualmente constituye la Arquidiócesis de Valencia.
Estaban dadas las condiciones pastorales para crear nuevas parroquias, cuyas fundaciones
serán las últimas del siglo mencionado y tendrán sus orígenes en el pontificado
de este obispo, el cual al conocer toda la realidad socio-pastoral de su feligresía
iniciaba la proyección de la futura Iglesia diocesana. Podemos observar en este
período que las mayorías de estas parroquias conservan los libros parroquiales,
no obstante los primeros libros de gobierno han desaparecido, y esto en
principio nos impide conocer sus orígenes.
Al estar constituidas las primeras
parroquias, los curas párrocos buscarán mejorar la asistencia espiritual de su
feligresía a través de la creación de nuevas parroquias. La Parroquia de San
Agustín de Guacara, la segunda parroquia más antigua de la Arquidiócesis, será
la primera en desmembrarse por su extensión territorial y, más aún, por la
necesidad pastoral de los fieles que se encontraban distantes de su parroquia
matriz. El 3 de noviembre de 1781, el Cura Doctrinero de Guacara, don Lorenzo Lovera, expresaba su
preocupación pastoral al obispo Martí:
que desde donde termina la Legua de este pueblo
por la parte del oriente hasta el sitio que llaman de Cabrera hay distancia de
siete leguas poco más o menos, y en este territorio viven cerca de mil almas,
de gente española entre blancos, pardos, negros y zambos todos los que por
necesidad estan agregados para la administración de sacramentos a este dho
pueblo, lo que impide el mas exacto cumplimiento en la doctrina de los indios
por la distancia y multitud de feligreses como V.S.I. ha visto en la presente
visita por tanto = AV. SI sup°. que mediante lo representado y ser yo cura
doctrinero de indios tributarios se sirva disponer lo que fuere servido dhos
feligreses españoles y juro no ser de malicia…[85].
Como respuesta a esta petición, el obispo
Martí reconoce la situación el 3 de diciembre del mismo año:
Vista la representación del cura doctrinero del
pueblo de Guacara atendiendo a los motivos que expone y a que en la Sta. Visita
que hemos practicado de aquel territorio reconocimos la necesidad de establecer
hacia el oriente parroquia distinta y separada de la de dho Guacara con
sacerdote aprobado que administre los Santos Sacramentos y demas socorros
eclesiasticos a los muchos feligreses blancos, pardos, negros y zambos que
tiene agregados y havitan fuera de la legua destinada pa los indios de dho
pueblo de Guacara hacia la referida parte del oriente, pues de otra suerte
carecen del pasto espiritual asi por el numero de almas como por la distancia y
dificultades de camino en tiempo de llubia, siendo tambien conveniente relevar
de este cargo adho cura de Guacara para que emplee toda su atención y cuidado
en la doctrina y asistencia de los indios como primera obligación desu
ministerio; Desde luego declaramos ser util y necesaria la referida nueva
erección del curato, que tenga por término al oriente…[86].
Todo esto terminó, cumpliendo los
requisitos de la ley, con un nuevo curato con el nombre San Joaquín de Mariara, “que
se verificó en el Ber. (Bachiller) Dn. Juan Rafael del Barrio Clerigo
Presbytero, á quien se dio colación en primero de Marzo de mil setecientos
ochenta y tres…”[87]. La fecha de Erección Canónica de la
Parroquia está fechada el 18 de noviembre de 1782, y el primer Párroco fue don Juan Rafael Ferreira del Barrio, quien
tomó posesión el 4 de abril de 1783[88].
Cuando el obispo Martí llegó a la ciudad
de la Nueva Valencia del Rey, el 10 de marzo de 1782, se percató de “la necesidad de Pasto Espiritual que
padecian los habitantes en el Sitio de Naguanagua, y sus contornos de este
Territorio Parroquial”[89]. Estos
habitantes pertenecían a la jurisdicción parroquial de la Nueva Valencia del
Rey. La extensión territorial del nuevo Curato: “havia de consistir en nueve
Leguas de Oriente á Poniente, y siete de Norte á Sur, en que á mas de dicho
Sitio de Naguanágua, se comprehenden tambien los que llaman el Portachuelo, Rio
de San Esteban, Tarapio, Trigal, Agua-Linda, Agua-Caliente, y Guatapáro arriba”[90].
La Iglesia debía construirse “en la Sabána que llaman del Bucáre; y
que todos aquellos habitantes debian contribuir annualmente cinquenta mil
maravediz para Congrua del Cura mientras no la tuviere de los Diezmos...”[91].
Al tener todos los requisitos necesarios, el consentimiento e intervención del
Señor Gobernador y Capitán General Vice Patrono Regio de la Provincia, “hiso la ereccion de este nuevo Curato
bajo el Titulo de Nuestra Señora de
Begoña de Naguanágua, en auto de primero de Agosto de mil setecientos ochenta
y tres”[92]. El
primer Cura “se verifico en el Ber [Bachiller]
Dn. Vicente Seixas, Clerigo
Presbytero á quien Su Señoría Illma dio colación en trece de Septiembre del
mismo año”[93].
El 17 de mayo de
1782, el obispo Martí reconoció por medio de un Auto, la necesidad de pasto
espiritual que padecían los habitantes del sitio de Mucuraparo, zona perteneciente al inmenso territorio
parroquial de la Nueva Valencia del Rey:
declaró assimismo ser necesaria la
desmembracion de dicho Sitio para la ereccion de otro nuevo Curato, cuyo
Territorio havia de consistir en ocho Leguas de Oriente á Poniente, y Veinte de
Norte á Sur, en que á mas dicho Sitio de
Mucurapáro, se comprehenden tambien los que llaman el Tocuyito, Cocuizas,
Chirgua arriba, Chirgua abajo, Rincon de aguacáte, Queipa, Marúria, Trompillo,
Payíta, y el Vallecito de los Sandovales: Y assimismo se declaró que la Iglesia
Parroquial se havia de edificar en la Sabána que llaman de San Pablo, para
cuyo Costo, Congrua del Cura, y Oblata,
y tambien para solicitar el consentimiento, é intervención del Señor
Gobernador…se dieron iguales providencias que las dadas al mismo efecto en el
auto antecedente para la ereccion del Curato de Naguanágua…[94].
La nota que hizo el secretario de visita
versa sobre las causas que retardaron la erección canónica de Tocuyito, y fue
la razón por la cual la providencia con fecha 16 de mayo de 1782 no aparece en
el libro de providencias del obispo Martí: Que la ereccion, y provision del nuevo Curato promovido en el auto
antecedente, no ha tenido efecto hasta ahora á causa de la oposicion hecha por
los Curas de la supradicha Ciudad de Valencia, y por algunos de los Vecinos
comprehendidos en la demarcación del Territorio de dicho nuevo Curato…[95].
Aunque ya se tenía el consentimiento del “Señor Gobernador, y Capitan General Vice Patrono Regio de esta
Provincia”, para la funcionalidad de esta parroquia, la misma se
prolongó hasta el año 1790, pues debemos recordar que la Ley de Patronato “que
vino a presidir a la Iglesia hispanoamericana tuvo características sumamente
amplias hasta llegar a una ingerencia invasora de la Corona española sobre toda
la vida de la Iglesia en América y por consiguiente en Venezuela”(González
Oropeza: 1988, 7), por lo cual, sin el consentimiento de la Corona (o el
Estado) no podía erigirse una parroquia.
Es
interesante destacar que la providencia con fecha 16 de mayo de 1782 sobre la
necesidad de un curato en Tocuyito, no aparezca en el libro de las providencias
del obispo Martí en lo relativo a su visita a la Iglesia parroquial de
Valencia, pero sí que aparezca la providencia de la necesidad de crear el
curato de Naguanagua, con fecha 14 de mayo de 1782 (Cf. Martí: 1969, tomo V, 410-412). El
documento que estudiamos tiene la misma estructura de contenido de dicha
providencia, con la diferencia del día. El libro personal del obispo Martí
destaca la erección provisional de una capilla perteneciente a la futura
parroquia
He concedido a don Francisco Páez, Teniente
Justicia mayor de esta ciudad, la licencia de Oratorio o Capilla pública en su
hazienda de trapiche, y creo que también de cacao, en el sitio llamado
Guataparo, distante de esta ciudad como cerca de tres leguas, y se le ha
concedido por quatro años, y que todos los concurrentes cumplan con el precepto
de oir Missa, sin embargo que se ha
erigido la nueva Parroquia de la Sabana de San Pablo, en cuyo territorio
está comprehendido Guataparo (Martí:
1969, tomo II, 424) [96].
El
primer cura propio tomó posesión el 8 de febrero de 1790, es decir, siete años
después de su erección canónica. La parroquia se erigió bajo la advocación de Nuestra
Señora de Los Dolores. El sitio o lugar de la Iglesia, se llamó el Pueblo
de San Pablo de Tocuyito, por la “sabana de San Pablo” a que hizo referencia el
obispo Martí. Es muy probable que el nombre de San Pablo se refiera al Apóstol[97],
y no a El Ermitaño[98],
desde un principio[99].
Al transcurrir el tiempo, hubo el cambio o transposición patronímica hasta
nuestros días. Hoy se conoce como la parroquia de San Pablo Ermitaño. Así son
las cosas. Sin embargo, podemos afirmar que la denominación patronímica de la
parroquia ha de ser “Nuestra Señora de Los Dolores y de San Pablo Apóstol El
Ermitaño”.
Finalmente las últimas
parroquias creadas por el Obispo Martí fueron de los pueblos de San Diego y Los
Guayos. En sus inicios fueron “Pueblo de Indios”. En el libro de matrimonios de
la Parroquia de la Nueva Valencia de Rey de 1660, ya aparecía una Iglesia en el
“valle de Don Diego”[100].
Este nombre era del encomendero mayor, que, posteriormente, se llamaría San Diego de Alcalá como “Pueblo de
Doctrina”, y luego como futura Iglesia parroquial.
La
Parroquia de San Diego nace por la necesidad pastoral que tenía el Cura
Doctrinero don Lorenzo Lovera, de la Parroquia de San Agustín de Guacara. La
extensión del pueblo la hace notar el mismo obispo:
El Territorio de este solo Pueblo de San Diego
consiste en dos Leguas de Oriente a Poniente, y en quatro, y media de Norte a
Sur: Al Oriente con alguna declinación al Sur confronta con dicho Pueblo de
Guacara, distante cerca de quatro Leguas; al Poniente con el Pueblo de Taría,
del Vicariato de la Ciudad de Nirgua, distante como veinte, y dos Leguas, en
que intermedian muchas Cerranías inaccesibles; al Norte con el Pueblo de
Patanémo, que está en la Costa del Mar, distante ocho Leguas; y al sur con el
citado Pueblo de los Guayos, distantes tres Leguas[101].
Ante la extensión de este pueblo, el
obispo, estando en el pueblo de Los Guayos, nombró a un Sacerdote para el
pueblo de San Diego en calidad de Teniente de Cura. El pueblo tenía, sin
distinción de castas, 113 casas con un total de 140 familias. Había 794
habitantes para el año 1.781. La desmembración de la parroquia, a petición del
Cura Doctrinero de Guacara, se llevó a cabo el 22 de septiembre de 1785. Su
primer Cura en Propiedad fue el Pbro. Esteban
Ignacio de Quero, a quien se le dió Colación de la Parroquia el 17
de febrero de 1786.
El pueblo de Los
Guayos era el segundo anexo que pertenecía a la Iglesia parroquial de Guacara.
En sus orígenes perteneció, al igual que San Diego, a la Iglesia parroquial de
Valencia[102]. Es
muy seguro, que en sus inicios fue un “Pueblo de Indios”, siguiendo la
costumbre de la época[103]. Para
el año 1781, cuando el obispo Martí efectuó su visita pastoral, esa localidad
tenía por territorio, una superficie y linderos que, según su testimonio:
consiste en Legua, y media de Oriente á
Poniente, y cerca de cinco de Norte á Sur: Al Oriente confronta con dicho
Pueblo de Guacára, distante dos Leguas; al Poniente con la citada Ciudad de
Valencia, distante Legua, y media; al Norte con el Supradicho Pueblo de San
Diego, distante cerca de tres Leguas; y al sur con declinación al Poniente con
la Villa del Páo del Vicariato de San Carlos, distante Veinte Leguas, poco mas,
ó menos[104].
En ese pueblo había, para esa época, 121
casas, con 140 familias y un total de 1.224 habitantes, sin distinción de
castas. De ahí la urgencia que existía por crear una nueva parroquia con el
nombre San Antonio:
En vista de lo representado por el Cura
Doctrinero del Supradicho Pueblo de Guacára, haciendo dimision del de San
Diego, y de este de los Guayos, sus anexos, y teniendose presente lo expuesto
por un Vecino de dicho Pueblo de San Diego, y lo que Su Señoría IIlma vio, y
reconocio en el transito á los mismos Pueblos, y en la visita de cada uno; y
con atencion assimismo á lo prevenido, y dispuesto en las Leyes de estas
Indias; declaró ser útil, y necesaria la dismembración de dichos Pueblos de San Diego, y los Guayos,
y su erección en dos Curatos distintos, bajo el Territorio que cada uno tiene
señalado…[105].
El acto de erección canónica se llevó a
cabo 22 de septiembre de 1785, siendo su primer Cura Párroco don Joseph Francisco Gutiérrez, a quien se
le dio Colación (asignación) el 13 de diciembre del citado año.
Como hemos visto, en el acontecer
histórico del siglo XVIII, el territorio carabobeño va a cosechar nuevas
parroquias, que serían las bases para la creación de otros curatos. Pero, como
veremos en el siguiente período, por las tragedias de las guerras y la pobreza
de los pueblos, tenemos que esperar mucho tiempo por la creación de nuevas
parroquias.
[1] Los
diez pueblos eran: Santa Ana de Coro, El Tocuyo, Nueva Segovia (Barquisimeto),
Trujillo, Zamora, Carora, San Pablo de Nirgua, Nueva Valencia, Santiago de León
de Caracas y Caraballeda.
[2] Debemos
aclarar que «es un hecho histórico que lo
que hoy llamamos el “territorio venezolano” no fue un todo integrado sino en
una fecha tardía del período hispano y que esa integración tuvo que asimilarse
y cristalizarse durante el período republicano. Por esta razón tenemos que
estar conscientes del abuso del termino “Venezuela”, para abarcar territorios
que ni siquiera era designados con ese nombre…»
(González Oropeza, 1990: 86-87).
[3] Archivo Arquidiocesano de
Caracas, sección parroquias, Patenemo.
[4] Entre
las obligaciones que tenía el vicario y juez eclesiástico en las Constituciones Sinodales encontramos: “Tendrán cuidado nuestros vicarios de
inquirir como viven los doctrineros y clérigos de su distrito; y siendo
necesario, vayan en persona à remediar lo que le pareciere conveniente
“(318). “En cada un año hagan los
Vicarios parecer ante si a los sacerdotes à examen de ceremonias y de los
defectos de la misa, è inquieran, si faltan al cumplimiento de la obligación
del rezo, y cómo y de qué suerte; y hallando defecto culpable, los suspendan de
decir misa; y a los que hallaren defectuosos en el rezo, los harán acompañar
con otro sacerdote hábil, de quien puedan aprender hasta tanto que estén
perfectamente enterados en el modo de rezar; y si así no lo hicieren, el tal
sacerdote que le enseñe dé cuenta al Vicario para que aplique el remedio
conveniente” (319). “Asimismo
mandamos, que en cada un año todos nuestros Vicarios y jueces eclesiásticos,
hagan sumaria breve, sobre el estado en que se hallan las memorias,
aniversarios y capellanías; sobre la puntualidad de los sacerdotes en celebrar
las misas de su obligación y sobre los recorrido de los tributos; sobre si se
han pagado ò no; y en todo ponga suma diligencia, para se administren y corran:
y si hubieren faltado fincas, ò estuvieren deterioradas ò hubiere faltado los
fiadores, ò no se hubieren padago los corridos, procedan según derecho,
obligando à todos: pena de que no haciéndolo así se le hará cargo por las mas
leves omisiones” (320). “Cada Vicario
de su partido enviará un sacerdote en cada un año à esta ciudad, que llegué à
tiempo, que luego que se consagren los Santos Óleos, los lleve à dicho vicario,
para que los reparta entre los Curas de su distrito: y los costos, que causare
el dicho sacerdote, se paguen”
(321).
[5] En
1720 se habían hecho las reformas de las constituciones de 1616, y el 6 de
noviembre de 1723, el Obispo Juan José de Escalona y Calatayud (1717-1729) la
había aprobado canónicamente con el nombre de Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro, siendo Cura
y Rector de Valencia el Pbro. Pedro Thamarón y Romeral. Pero había transcurrido
el tiempo y todavía no se habían hecho los trámites pertinentes a la aprobación
y confirmación por parte de la Corona Real. Habían transcurrido 32 años. A
partir del 26 de noviembre de 1752, recibe su aprobación con el título de “Pontificia Real y Muy Venerable Cofradía”.
Ver del autor la obra: “Orígenes de la
devoción de Nuestra Señora del Socorro” (2010), y los artículos del libro
Publicado por el B.O.D.: “Yo soy el
Socorro de Valencia” (2011).
[6] De la
Orden de los Predicadores. Estaba de superior en la Provincia de Santa Cruz,
cuando fue nombrado obispo en 1580, y tomo posesión canónica en 1581 y gobierno
el obispado hasta el 1 de enero de 1592.
[7] En las Actas del Cabildo Eclesiastico de Caracas,
en la sección del año 1660, recoge que “en
7 del mismo [diciembre] se acordó un
contrato acerca de reparar la Iglesia parroquial de Valencia, que permanecìa
arruinada desde el terremoto” p. 129.
[8] Un
dato importante que llama la atención en un documento sobre la construcción del
templo parroquial lo expone el albañil Blas Vicente, referente a la invasión de
los corsarios franceses en la ciudad de Valencia: “con la invasión q[ue] iso
en esta si[u] d[ad] el enemi[go] franses
el año de setenta y siete (1677), abiendo q[ue]mado [en] esta suidad numero de casas
en el quemo tambien la mia en laqual se q[ue]mo todo lo q[ue]
llebo rreferido...” (A1-Carp.
1-doc. 17). Esto nos indica que la
ciudad de Valencia a pesar de estar alejada de la costa no escapó de los
saqueos de los feroces filibusteros.
[9]
Perteneció a la Orden de los Predicadores y fue electo obispo en 1558. Su
ministerio episcopal se inició en 1561 y muere en el ejercicio el 13 de mayo en
1579. En 1574, este obispo informaba al rey la convocatoria: «(…) yo proveeré en un sínodo que tengo de tener
este verano, tenientes de estas dignidades para poder celebrar el sínodo que a
esta causa no lo he celebrado cuatro años ha y
viendo que tanto se tardan, usaré de este remedio para poderlo celebrar,
que va mucho en que se celebre, porque será el primero que se ha tenido en esta
tierra por no estar antes las cosas asentadas, los caminos peligrosos y los
pueblos muy derramados» (Maldonado, 1973: 298).
[10] El
historiador Maldonado (1973) afirma de «no
haberse nunca podido efectuar, a causa no sólo del poco personal eclesiástico,
como lo dice el mismo señor Agreda cuando se refiere a que no hay dignidades
que presidan el dicho Sínodo, sino sobre todo porque faltaba el consenso y la
presencia de los Oficiales reales empezando por el Gobernador, quienes
representaban al Rey (…)» (p. 305). Asimismo, el franciscano Odilo Gómez
Parente en su libro “Los franciscanos en
Venezuela” (1997) defiende esta tesis (pp.142-143). El historiador José
Llevador Mira (1969) desconoce el primer sínodo, cuando escribe: «El primer Sínodo que se celebró en la
provincia de Venezuela fue durante el pontificado del obispo don fray Antonio
de Alcega, franciscano, que había sido casado y había ejercido el oficio de
Contador de la Real Hacienda en una provincia indiana» (pp. 43-44).
[11] Para
el historiador capuchino Cesáreo de Armellada (1981) «no cabe duda que sí se efectuó. Y está muy claro que una de las
preocupaciones a que iba dirigido era la organización de las doctrinas para los
indios» (p. 156).
[12] En el segundo tomo de la obra
titulada “Gran Recopilación geográfica,
estadística e histórica de Venezuela”, que fue editado el año de 1889 y
cuyo autor es el general Manuel Landaeta Rosales, se lee: “de estos trabajos
(las constituciones sinodales) se conservaba una copia manuscrita en el archivo
arzobispal hasta hace algunos años”. Ahora bien, en “El Catálogo general del
Archivo Arquidiocesano de Caracas”, publicado en 1964, el padre Jaime Suriá
comenta que “de Antonio de Alcega se
conservan algunos documentos, pero ninguna noticia del sínodo diocesano que
realizó y cuyas constituciones fueron el Derecho hasta el obispo Baños y
Sotomayor…” (p. 26).
[13] Fue
electo obispo el 12 de diciembre de 1605, después de ser Contador de la
Hacienda Real en Yucatán (México).
[14] En carta desde la ciudad de
Trujillo, el 2 de junio de 1608, informa este obispo de 1114 santuarios
destruidos personalmente y otros 400 destruidos por comisión suya; y propone la
división del obispado y la creación de un seminario (AGI., Santo Domingo, 193).
[15] El
obispo Baños y Sotomayor hizo convocatoria el 26 de junio de 1686, y en la
Santa Iglesia Catedral de Caracas se congregaron para determinar el Sínodo, el
2 de julio de 1687. El 31 de agosto del mismo año, se apertura oficialmente el
sínodo.
[16]
Obispo de Santa Marta y promovido obispo de Caracas y Venezuela, el 10 de abril
de 1683. Muere en la misma ciudad el 15 de mayo de 1706.
[17]
Perteneciente a la Orden de los Mínimos. Presentado por Felipe III en junio de
1617; Paulo V expedía la Bula de Institución canónica el 20 de noviembre del
mismo año, siendo despachadas las ejecutoriales por el rey el 5 de febrero de
1618, y está en Caracas en 1619. Muere en el ejercicio el 25 de marzo de 1633.
Es interesante el trabajo realizado por el padre Carlos Rodríguez Bouquet,
titulado: “Fray Gonzalo de Angulo
(1617-1633). Obispo defensor de los indígenas”. Universidad Santa Rosa de
Lima. Boletín CIHEV. Año XV. Nº 24. Enero-Diciembre 2003. Ver también: Donis
Ríos, M., “Fray Gonzalo de Angulo:
Poblador de la Provincia de Venezuela”: En Boletín CIHEV. Año XI. Nº 20.
Enero-Junio 1999, 34-116.
[18]
Obispo en Puerto Rico y promovido al obispado de Caracas y Venezuela en 1769.
Después de 22 años de intenso apostolado, muere el 20 de febrero de 1792.
[19]
Martí, M., (1969), Documentos relativos a
su visita Pastoral de la Diócesis de Caracas 1771-1784, II, Libro Personal,
Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, Caracas, 27.
[20] Cf.
Lobo Cabrera M., y Bruquetas de Castro F., (1995), Don Agustín de Herrera y Rojas. I Marqués de Lanzarote, Servicio de
publicaciones del Cabildo de Fuerteventura y Lanzarote.
[21] De
la Orden Franciscana, obispo de Nicaragua (1644-1659), y es promovido a la
Diócesis de Caracas y Venezuela, el 15 de septiembre de 1659. Entró en la
ciudad el 14 de julio de 1661. Murió en la ciudad de Trujillo el 2 de diciembre
de 1668.
[22] Cf.
Hernández Peralta, F., (2003), El
carpintero de la catedral de Valencia Blas Vicente Núñez, Obra inédita, sin
publicar.
[23]
Existe un expediente en el AGI., con fecha 1628 sobre la confirmación del
oficio de Aguacil mayor de Nueva Valencia del Rey, a Juan Sarmiento (Santo
Domingo, 32, N.59).
[24]
Parra, C., (1932), La Instrucción en
Caracas 1567-1725, Parra León Editores, Caracas, 101 y 127
[25] Cf. AGI. Santo Domingo, 22, N7: Informaciones
de oficio y parte: Gaspar Gutiérrez de Sotomayor, presbítero, cura de Nueva
Valencia del Rey, natural de Santiago de León de Caracas (1636).
[26] Cf. AGI. Expediente de
méritos y servicios de José Arechederra, clérigo presbítero, Sacristán Mayor de
Nueva Valencia del Rey (Indiferente, 121, N50).
[27] Reposan en el Archivo
Histórico “Mons. Gregorio Adam” tres documentos sobre este tema: el primero
está fechado el 13 de enero de 1668, faltándole el primer folio; el segundo
está datado del año 1671, del cual, por estar incompleto, no nos es posible
conocer el día y el mes en que fue dado; y el tercero, tiene como fecha el 5 de
mayo de 1681. Respectivamente les corresponde las cotas: A1-Carp. 1-doc. 8,
A1-Carp. 1-doc. 12 y A1-Carp. 1-doc. 17.
[28] Actualmente
se conservan en el Archivo Histórico de Caracas, en el Cajón del Convento de
Valencia, la Licencia del Ordinario para la fundación de dicho Convento, del 12
de noviembre 1634; un legajo encuadernado de escrituras antiguas del referido
convento; una cláusula del testimonio de Bartolomé Ayllada del 10 de marzo del
1661, y una razón de las Memorias Perpetuas del mismo Convento, elaboradas por
el Padre Fray Juan Sedeño, con fecha 18 de febrero de 1699. «En el Archivo de la Provincia,
Cajón del convento de Valencia, figuraba en primer lugar “licencia del
ordinario para la fundación de dicho convento en 12 de diciembre de 1634”»
Gómez Parente, O, (1997), Los
Franciscanos en Venezuela. Labor
educativa y cultural durante los años de la colonia. UCAT, Caracas.
[29] Cf. AGI., Santo Domingo,
33, N45. Expediente de Confirmación del oficio de regidor de Nueva Valencia del
Rey.
[30] A
finales del siglo XVI, en el pontificado
del obispo Martínez Manzanillo en un informe con fecha 30 de enero de 1582 al
rey, indicaba: “Hay otro pueblo de
españoles que llaman la Nueva Valencia, que es de cinco encomenderos; hay sola
una doctrina, en la cual está un clérigo (…) no hay hospital ni capellanía
alguna” (Maldonado, 1973: 4444). Las Cédulas despachadas en 1720, 1735,
1776, 1777 y 1801 consiguieron suprimirlas en algunos lugares de América Cf.
Mira, 1977: 94-155.
[31] En
el Archivo de Indias existe un documento fechado en 1670: “Autos sobre bienes de difuntos de Rodrigo Alonso Cabañas, nautral de
Fuente del Maestre (Badajoz) y vecino de la Nueva Valencia del Rey (Venezuela),
hijo de García Hernández y de Leonor Merino. Difunto en la Nueva Valencia del
Rey, con testamento y codicilo. Albaceas: Antonio Pérez de Saavedra, regidor,
Blas Ascanio y Guerra, vecino de Santiago de León, el Capitán Manuel Pérez de
Aguiar y Lupercio Curbelo, vecinos de la Nueva Valencia del Rey. Herederos: su
alma. Deja cierta cantidad de dinero para Catalina González, casada con Andrés
García Cordillo y María Zambrano, casada con Miguel García de la Cubera, sus
hermanas. Nota: funda tres capellanías de misas en la Iglesia parroquial de la
Nueva Valencia del Rey” (AGI., Contratación, 973,N3, R5)
[32] Este
texto va a desdecir al historiador Jesús Maduro, cuando afirma, en su libro “Anales de Carabobo Apuntes” (1982): “que
fué concluido otro de mejores condiciones, edificados á expensas de don Rodrigo
Alonso Cabañas, por contrato celebrado con los padres del convento… Por este
contrato se obligó Cabañas á construir un convento…” (44).
[33] El
decreto dice lo siguiente, con acuerdo unánime de los Definidores: “la casa y convento de San Buenaventura de la
ciudad de Valencia por su capacidad, buena disposición que tiene para ello y la
petición y súplica que sobre este caso hace toda aquella ciudad, se erigiese y
crease para su mayor aumento y duración en guardianía y que lo fuese y el
prelado que de hoy más lo regiese y gobernase tenga nombre de guardián y goce
de los mismos honores y preeminencias de los demás guardianes que tiene esta
Provincia mientras los son actualmente, al qual se le señala y da por sello la
imagen de nuestro glorioso Padre y Patrón seráfico San Buenaventura. Y tendrá
la antigüedad entre los demás conventos conforme a lo dispuesto y ordenado por
la orden de la Tabla” (Fondo Franciscano, Libro de Provincia, 1º, citado
por Odilo Gómez Parente, en Torrubia, 1972:478-479).
[34] “Necrología de la Provincia de
Santa Cruz de la Española y Caracas desde el año 1617 hasta en año 1700”. Cf.
Gómez Parente, O., (1997), Los
Franciscanos en Venezuela, 913-922.
[35]
Comenta Troconis de Veracoechea (2002): «La
decadencia económica de España en el siglo XVII repercutió notablemente en su
población, habiendo aumentado la pobreza en forma alarmante. Esta situación
obligó a mucha gente a emigrar. Por tanto, los emigrantes españoles que se
dirigían a América lo hacían en condiciones muy precaria, con la esperanza de
que la nueva vida iniciada en estas latitudes pudiera resultarles más
beneficiosa que la que dejaban en la Península» (p. 14).
[36]
Archivo Arquidiocesano de Caracas, Sección Cuentas y Cofradías (Valencia).
[37] “Documentos para la historia de la Pontificia Real y Muy Venerable
Cofradía del Espíritu Santa y Nuestra Señora del Socorro” (2008).
[39] La
Iglesia de Valencia siempre gozó de una gran simpatía por los Obispos de
Venezuela y de Caracas. Esta deferencia se manifestaba, a principio del siglo
XVII, al tener su propio Tribunal Eclesiástico. De ahí la gran cantidad de
documentos relativos a los casos matrimoniales, los testamentos de algunas
familias importantes de la ciudad, los casos judiciales de asesinatos o pecados
públicos, los litigios de terrenos, entre otros.
[40] Libro de Gobierno Nº 2,
folio 9 vto.
[41] AHAV. A-12, C1, D1.
[42] Libro de Gobierno Nº 2,
folio 26 y su vto., y folio 28.
[43] Libro de entierros Nº 9.
Años 1762-1769, folio 162 vto. al 163.
[44] Libro de Gobierno Nº 2,
folio 29-30
[45] Ib., 32 vto.
[46] Expediente sin clasificar
del Archivo Histórico “Mons. Gregorio Adam”.
[47] Este
Obispo nació en Brafim, pequeña población del arzobispado de Tarragona, España,
el 24 de septiembre de 1721; hijo de José, médico de la población, y de María.
Murió en Caracas el 20 de febrero de 1792. Fue nombrado Obispo de la Diócesis
de Puerto Rico y de sus “anexos insulares” y continentales del oriente
venezolanos, en 1761, cargo que desempeñó hasta el año 1769. Entre los años
1770 y 1792, ocupó el obispado de Venezuela, lo que le permitió realizar una
amplia y pormenorizada Visita Pastoral al territorio actual de Venezuela, con
excepción de los Llanos barineses y de los estados Mérida y Táchira. Cf. J.
Suría, Pbro., El Eximio Prelado Doctor
Mariano Martí Obispo de Caracas y Venezuela, Imprenta, Juan Bravo, 3-
Madrid, 1962, 17.
[48] Libro de Gobierno Nº 2,
folio 47 y su vto.
[49] Ib., folio 61 y su vto.
[50]
Martí M., Obispo, Relación de la Visita
General que en la Diócesis de Caracas y Venezuela… o. c., 99.
[51] Ib., 100.
[52] Ib., 102.
[53] Ib., 105.
[54] Archivo Arquidiocesano de Caracas, Sección
Parroquias, Parroquia de Tocuyito, Documento 1, año 1782.
[55] Martí M., Obispo, Relación de la Visita General que en la
Diócesis de Caracas y Venezuela… o. c., 111.
[56]
Llama la atención, y quizás era la costumbre, de datar los documentos en su
propia sede, el Obispo Martí distinguió en ese momento como “Palacio
Episcopal”, a la Iglesia Matriz de Valencia. Podría existir también la
posibilidad de que simbólicamente le diese el rango de Palacio Episcopal a la
Iglesia Matriz de la ciudad donde efectuaba la Visita Pastoral, ya que desde
allí debían despachar lo concerniente a su Ministerio.
[57] Libro de Gobierno Nº 2,
folio 79.
[58] Ib., folio 70 vto.
[59] Ib., folio 72 vto.
[60] Ib., folio 75 vto.
[61] Ib., folio 76 vto.
[62] Ib., folio 77 y su vto.
[63] Ib., folios 77 y vto. y
78.
[64] Ib., folio 79 y su vto.
[65] Ib., folios 78 vto. y 79.
[66] Archivo Arquidiocesano de
Caracas, Sección Parroquias, Parroquia de Tocuyito, años 1788 al 1790.
[67] Libro de Gobierno Nº 2, folios
90 vto. y 91.
[68] Ib., folio 93 y su Vto.
[69] Ib., folio 93 vto.
[70] Ib., folio 94.
[71] Libro de Gobierno Nº 2,
folio 96 y su vto.
[72] Ib., folio 95 y su vto.
[73] Ib., folio 103 vto.
[74] Ib., folio 105.
[75] Ib., folios 107 al 108
vto.
[76]
Manzo Núñez, T., Historia del Estado
Carabobo, Ediciones de la República, Caracas 1981, 178.
[77] Ib., 178-179.
[78] Martí, M., Obispo, Relación de la Visita General que en la
Diócesis de Caracas y Venezuela… o. c., 27.
[79] Ib., 29-30.
[80] AHAV. A-Ig., C5, D1.
[81] Martí M., Obispo, Relación de la Visita General que en la
Diócesis de Caracas y Venezuela… o. c., 42.
[82]
Manzo Núñez T., Abrevadero II,
Editorial Guadalupe Ltda., Bogotá-Colombia
1979, 196.
[83]
Perera A., Dr., Historia de la
organización de pueblos antiguos de Venezuela, o. c. 55.
[84] Libro de Bautizos Nº 1.
[85]
Documentos: Archivo Arquidiocesano de Caracas, Carpeta Nº 58, documento Nº 13,
folio 539. Cf. Díaz E., García A.,
y Coronel E., La parroquia Eclesiástica de San
Joaquín, Publicación del Fondo Editorial “Dr. Marco Brito Hernández”, del
Centro Social Cultural San Joaquín, Impresos Edumal, SRL., Mariara, Estado
Carabobo, 1998.
[86] Ib.
[87]
Martí M., Obispo, Relación de la Visita
General que en la Diócesis de Caracas y Venezuela… o. c., 31.
[89] M.
Marí, Obispo, Relación de la Visita
General que en la Diócesis de Caracas y Venezuela… o. c., 112.
[90] Ib.
[91] Ib.
[92] Ib.
[93] Ib.,
112-113.
[94]
Martí M., Obispo, Relación de la Visita
General que en la Diócesis de Caracas y Venezuela… o. c., 113.
[95] Ib.
[96]
También aparece en el tomo III: “A
instancia de un Vecino de la sobredicha Ciudad de Valencia, se dio por lo
tocante á la jurisdicción Eclesiástica la correspondiente licencia por tiempo
de quatro años, para la ereccion de una Capilla, ú Oratorio publico en el Sitio de Guatapáro, bajo el Territorio
asignado para la Supradicha nuevo Curato de la Sábana de san Pablo, mediante la
distancia que hai de dicho Sitio al Señalado para edificarse aquella Iglesia
Parroquial, entendiendose sin prejuicio
de esta, la erección de dicha Capilla, ú Oratorio publico, y con calidad de que el Sacerdote
que alli celebrase, explique en los dias festivos un punto de Doctrina
Cristiana: Según consta del Decreto expedido en veinte y tres de Mayo de mil
setecientos ochenta y dos…” p. 113.
[97] Era de origen judío, nacido en Tarso de
Cilicia. Había recibido educación romana. Desde su experiencia de conversión,
cuando Jesús, el Hijo de Dios, le preguntó desde el cielo por qué lo perseguía,
Saulo pasó a ser, de un perseguidor implacable de los cristianos, al predicador
Apóstol Pablo, y desde entonces fue el apóstol más universal, el más viajero,
el que propagó la fe por más zonas distintas. Su fiesta litúrgica se celebra el
29 de junio (Cf. Holzner, J.: 1986, 558).
[98]
“Nació en Tebas, en el bajo Egipto, y perdió a sus padres cuando sólo tenía
quince años de edad. Cristiano fervoroso, tuvo que vivir escondido mientras
duró la persecución de Decio. Al fin, cuando tenía veintidós años, temeroso de
que alguien pudiera traicionarlo, decidió refugiarse en una cueva del
desierto”. Su fiesta litúrgica se celebra el 15 de enero. (Melgar Valero, L.:
2002, 15).
[99] Sin
embargo, en los inventarios no parecen una imagen del Apóstol San Pablo, sino
de San Pablo El Ermitaño.
[100] En
el AGI., existe un expediente con fecha 1667 de confirmación de Encomienda de
río de Don Diego, Nueva Valencia del Rey de Venezuela, a Juan de Ybarr. (Santo
Domingo, 45, N3).
[101] AHAV. A8, Carp. 3, doc. 3.
[102] En
el AGI. existe un expediente que data de 1646 sobre la confirmación de
Encomienda de Valle de Los Guayos en Nueva Valencia del Rey, a Domingo Vásquéz
de Rojas. (Santo Domingo, 43, N34).
[103]
Existe un expediente matrimonial del año 1678 donde se menciona a «Martín,
indio natural del pueblo de Los Guayos, marido de Margarita, india de la
encomienda del Alférez Thomás Matute de Aguiar…» A45, carp. 9, doc.1.
[104]
MARTÍ M., Obispo, Relación de la Visita
General que en la Diócesis de Caracas y Venezuela… o. c., 34.
[105]
Ib., 36.
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